El Chapo

 

MEXDF20ENE2001.- Joaquin Guzman Loera, ‡lias "El Chapo", se fug— esta madrugada del penal federal Puente Grande, en Jalisco. Hasta el momento se han detenido a 33 custodios y al director del penal ya que se sospecha de su participaci—n en la fuga del reo. FOTO: Pedro Valtierra/Archivo/CUARTOSCURO.COM

Vivimos agitados en medio del drama que es la existencia, padecemos, vencemos, amamos, odiamos y, en medio de esta vorágine que a ratos parece absurda, nos llegan noticias de personajes que se convierten en referentes y cuyas vidas dan para series, documentales, libros, relatos y anécdotas.

Tras lo que algunos medios de comunicación han llamado “El juicio del siglo”, Joaquín Guzmán Loera fue condenado a cadena perpetua. “El Chapo” ha pasado a la historia como uno de los narcotraficantes más emblemáticos de México; enaltecido hasta el descaro por las series de televisión y puesto en el ojo del huracán no sólo por sus delitos sino también por sus relaciones personales, Guzmán Loera nos recuerda la podredumbre de una sociedad que padece el flagelo de la inseguridad y la violencia, víctima del personaje al que ha encumbrado.

No debemos olvidar que ese hombre es un delincuente que se valió de funcionarios y personas corruptas para traficar droga, el personaje al que muchos idolatran es un asesino que pasará el resto de sus días purgando una condena que no devolverá la vida a sus víctimas, ni resarcirá el daño causado a un país que se debate entre la pobreza y el delito.

A Guzmán Loera no le importó destruir la vida de quienes se cruzaban en su camino, no salvó a nadie, condenó a muchos a la esclavitud y el miedo, no mejoró a México, sino que contribuyó a sumirlo en una guerra sin cuartel que nos llena los caminos de muerte, sangre y destrucción.

Ensalzar y admirar sus crímenes, contribuye a la inseguridad; exaltar sus delitos como si fueran grandes hazañas es matizar la brutalidad de un hombre que se creía intocable; celebrar sus acciones como actos de valentía o destreza es una falta de respeto a las víctimas; festejar sus escapes es olvidar que fueron posibles gracias a la corrupción y al cinismo de quienes juraron protegernos.

Joaquín Guzmán no merece convertirse en leyenda, no merece que los jóvenes vean series de Netflix que lo muestran como ejemplo de resiliencia; debemos dejar de matizar la maldad y verlo fríamente, no es el malo que también era bueno, ni el que “chingó pero repartió”, tampoco “el que era corrupto pero salpicaba”, el Chapo es un asesino.

Antes de aplaudir sus acciones, antes de decir que Guzmán Loera “logró superarse y salir adelante”, piense en las víctimas, en los muertos colgando de los puentes, en los asesinatos a plena luz del día; piense en los esclavos del narcotráfico que son obligados a trabajar en los sembradíos de amapola, piense en los niños que se convirtieron en delincuentes, en quienes lo perdieron todo por culpa del narco.

Piense en usted, usted que no puede salir a la calle sin preocuparse, piense en la impunidad y la injusticia, piense si debemos celebrar la vida de un hombre al que no le importó mutilar la vida de otros, matar a otros, destrozar a otros. Piense que usted también pudo ser víctima.

 

Por Elizabeth Castro

elizabethcastro.mx

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