Por: Carime Kuri Fierros
Hace un año ya y sé que para ti es menos que un suspiro, pero aquí en este mundo dual, se siente tu ausencia. Volver a tu casa ya sin ti no es cosa sencilla, mi mente lo comprende perfecto, mi alma te sabe feliz, pero mi corazón siente tu ausencia. Estoy convencida que es la ausencia la que nos cuesta y no hay manera de entenderla si te aferras a los recuerdos en esa necesidad de saber que todo sigue igual y que nadie falta, entonces la mente racional después de la cascada de recuerdos, te vuelve a ubicar en el “mamá ya no está” y esto duele y duele mucho.
Pero he vuelto y miro el sillón donde te gustaba sentarte a tejer, ahí enlazabas un derecho y dos reveses y entonces, recuerdo que no moriste, sólo despertaste a la vida real. El amor que tuviste con José fue muy profundo, compartieron hasta el final una complicidad que se da entre almas sólidas, que vienen encarnando una y otra vez. Recuerdo cómo disfrutabas al preguntarle para qué servía tal o cual medicamento, y después de oír su amplia explicación, le decías: “en mis tiempos, con un lavado, la gente se curaba”; supongo viste a tu pedacito de oro en José Rodrigo y a Luis Fernando, tu nieto respetuoso.
Ana y tú se unieron para experimentar el amor alegre y aventurero. Ella te dio los momentos más simples y felices cuando te pedía que contaras una de las 15 operaciones que orgullosamente presumías; ni bien comenzabas a narrar, cuando su risa te invadía y terminabas riéndote “sabroso”, una de tus palabras favoritas. Cuando se casó, por mucho tiempo repetías que la casa se había quedado en silencio porque la música era Ana. Ella te trae enrollada en su corazón, ahí estás pegadita, te hizo abuela; Andrés te lleno de otro amor tus brazos y luego Daniela, que como decías: “Daniela tiene un cajón lleno con todo lo que le he tejido”.
Con Palmyra sembraste ese amor que luego se cosecha, es con ella que te haces mamá y es a través de ella que conoces el amor más limpio, puro y real. Las dos son los ojos de papá, tu apoyo y tu compañera al final de tu sueño, junto con Carim, el único nieto orgulloso de decirte “abuelita” cuando a nadie le interesaba; y Alonso, que ambos se enseñaron el amor desde otra dimensión. Palmy ahora hace de tu legado un tomo con lo mejor de tu estar con ella; así, como dijiste: “tomen lo mejor de mí y de su papá, lo que no les gustó o no les sirvió, tírenlo”.
Y yo como te lo dije, si volvemos a encarnar en otra vida juntas, no me interesa ser tu mamá, tu hermana, tu amiga o tu vecina, quiero volver a ser tu hija; esta es la tercera encarnación juntas y fue para aprenderte tanto sobre el amor, que es más complejo y difícil que sacar una figura a dos agujas. Imposible ser lo que soy sin haberte tenido mamá. Gerardo seguirá “haciendo de las nubes terciopelo” y juntito a Ingrid, te llevó a otro nivel de amor, el de bisabuela, con Vanessa y Julia. Doménica nunca olvidará tu frase: “de carácter porque eres como yo”. La ausencia es más llevadera cuando me enfoco en lo que te platicaría hoy. Gracias má.