Por: Elizabeth Castro
Cuando Ismael Zambada fue capturado, nadie pareció anticipar la debacle en que Sinaloa se sumiría, el gobierno federal apostó por una política conciliatoria y confío en la buena voluntad de los cárteles. El gobernador del estado desapareció de la escena pública y la frase “¿Y el Rocha?” se convirtió en una forma de expresar la inconformidad de quienes -hasta el día de hoy- padecen los embates del narcotráfico.
Por otra parte, a pocos días de su llegada al poder ejecutivo, Claudia Sheinbaum envió a García Harfuch al epicentro del conflicto donde el “zar” de la seguridad recorrió las calles del estado acompañado por el gobernador Rubén Rocha Moya, quien se ha dedicado a minimizar la violencia, ignorando los casi 200 muertos y las declaraciones de representantes empresariales de Sinaloa, quienes aseguran que el impacto económico del conflicto es creciente y ha llevado al cierre de 100 empresas y las pérdida de 1833 empleos desde el inicio del conflicto.
Sinaloa no vive en paz, y el gobierno está lejos de controlar la violencia que ha llevado a los sinaloenses a vivir en un estado de excepción donde sus vidas se cuentan por horas y dependen de la voluntad del crimen organizado. Aunque Sheinbaum no opta por políticas pacifistas, su estrategia parece ser insuficiente, es verdad, que como la presidenta ha señalado, la violencia no se acabará en cuestión de días, sin embargo, el problema de Sinaloa tiene raíces profundas que no derivan solamente de la captura del Mayo Zambada sino de la corrupción dentro del gobierno estatal y las fuerzas de seguridad.
Corrupción que involucra al gobernador de Sinaloa, el cual no ha podido presentar pruebas que desmientan las acusaciones del narcotraficante, quien aseguró que su captura se llevó a cabo cuando se dirigía a una reunión con Rocha Moya y Héctor Melesio Cuén Ojeda, que de acuerdo con la FGR fue asesinado en el mismo lugar donde Ismael Zambada fue “secuestado”, versión que contradice la investigación de la Fiscalía Estatal y pone en duda las aseveraciones del gobernador acerca de su visita a Los Ángeles en el día de la captura.
Cinco años después del “Culiacanazo”, Sinaloa vuelve a sumirse en la incertidumbre; en aquel entonces un gobierno federal más permisivo logró calmar la situación entregando al hijo del Chapo, sin embargo, esta nueva ola de violencia es más cruenta y temible, no existe un rehen que actue como moneda de cambio, nadie puede traer al Mayo, y nadie puede obligar a los grupos delincuenciales a dejar las calles.
Si, el pueblo habló y 36 millones de votos la respaldan… pero ¿a quién escuchan los narcos?, ¿a quién le rinde cuentas el gobernador?, ¿capturar criminales es la respuesta a todos los males?, ¿no tendrían que ir en contra de la corrupción también?, ¿y el Rocha?…