Por: Elizabeth Castro
La reforma al poder judicial va. Andrés se cansó de que la SCJN le dijera que no a sus ideas y de que los jueces federales pararan las obras en el tren maya; y después del arrollador triunfo de MORENA en las elecciones pasadas ya no hay nada que lo detenga. La 4T tiene un punto, hace falta revisar y mejorar el poder judicial, el problema es que la idea de un hombre está marcando el destino de un país, y al final de cuentas las y los ciudadanos de a pie son quienes pagarán por el sueño de la transformación.
La 4T no se ha cansado de decir que los jueces son corruptos y liberan culpables, pero ha omitido mencionar que las fiscalías siguen siendo parte del andamiaje del ejecutivo y que su incapacidad limita completamente la procuración e impartición de justicia en México, a López Obrador se le olvidó decir que Gertz Manero no ha hecho nada por la procuración de justicia en el país y que las y los jueces son también quienes tienen la capacidad de señalar las omisiones y deficiencias de los MP.
Existen puntos muy controversiales en la propuesta de reforma, que más que abonar a la certeza en la impartición de justicia develan prácticas autoritarias que promueven la corrupción, ejemplo de ello es la incorporación de la figura de “jueces sin rostro” la cual se vuelve controversial si tomamos en cuenta que esta ya fue señalada por la CoIDH como una mala praxis y tuvo que ser revocada en Perú y Colombia. Es verdad, tenemos que procurar la integridad de las personas que juzgan casos de alto impacto, sin embargo, esto no resuelve el asunto de su seguridad y en cambio nos acerca a condenas sin que nadie pueda acusar conflictos de interés, cargadas de violaciones a los derechos humanos y al debido proceso; y la incapacidad de evaluar a las personas juzgadoras.
Por otra parte, la existencia de un comité disciplinario donde la terna de 30 aspirantes estará integrada por 10 personas “propuestas por el Ejecutivo federal, cinco por cada Cámara del Congreso, por votación calificada de dos terceras partes de los legisladores presentes, y 10 por el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,” (esto de acuerdo con la propuesta de reforma) imposibilita la imparcialidad del tribunal ya que dada la mayoría de MORENA en el Congreso es altamente probable que las personas que resulten electas tengan compromisos con el partido y sus aliados.
Aunque para muchas personas la reforma al poder judicial sea una especie de justicia de cara a los privilegios sostenidos durante años, tenemos que dimensionar las implicaciones que la supeditación de uno de los tres poderes ante el ejecutivo tendrá en la vida democrática del país.
Es verdad que el poder judicial federal ha mantenido un halo de inaccesibilidad y lejanía con las personas, y que sus acciones pueden ser imperceptibles para la mayoría de la población; sin embargo, un cambio drástico que deja de lado las consideraciones mínimas necesarias para la impartición de justicia nos expone a lo que tardamos años en destruir.
No es por los salarios, ni por los privilegios; la cruzada de López Obrador no es por la justicia, a él eso y la seguridad son cosas que nunca le importaron, en cambio quiere dejar todo puesto para asegurar la continuidad de su proyecto de nación, aunque esto implique sumirnos en la incertidumbre y supeditarnos al bloque morenista que ha demostrado su incapacidad para el diálogo y la ponderación. No es un demócrata, es el sueño del viejo PRI con los tres poderes en manos de unos cuantos, y no del pueblo, aunque Sheinbaum diga lo contrario.