Por: Carime Kuri Fierros
Si tu corazón está roto, partido, fragmentado, aplastado, de ahora o desde hace tiempo atrás, no importa si es por un sólo evento o por muchos; tampoco importa si es por una sola persona o por muchas, realmente lo interesante es mirarlo y aceptar que ha sido lastimado, incluso aceptar que aun dándole poca atención ha seguido adelante.
Un corazón deja de estar entero cuando pasa por las pérdidas y no se le sana, entonces el corazón comienza a rasgarse de a poco en poco hasta que llega el momento que otra pérdida más intensa aparece, recae sobre la herida y termina por romperlo. Nadie transita por esta experiencia sin haber experimentado, aunque sea una sola pérdida, ninguna es más que otra y a nadie le duele más que a otros; esto no es un examen de resistencia, simplemente son los eventos que decidimos afrontar y la resolución a ellos depende de la introspección de contactar con el “Yo superior” desde la sensibilidad, la espiritualidad y la conciencia del “para qué” se afronta dicho evento.
Quizás resuene algo fuerte lo antes mencionado: “decidimos afrontar” la controversia surge cuando se razona que nadie elige el abandono, la pérdida de un ser amado, ese accidente que cambió la forma de vivir, la separación, los arranque violentos y fatales, el perderlo todo, la salud y la familia, etc., porque lo elegí, ¿cuándo y para qué? Las respuestas varían desde la percepción de cada persona, por los conceptos religiosos, más controversial por las creencias culturales y místicas, por los estudiosos de la ciencia, la metafísica y por quienes han contactado con maestros espirituales que han dado respuesta a estas y muchas más.
La espiritualidad nos habla de la aceptación previa al nacimiento conocida más no recordada que se presentará para elegir siempre sanarla desde el espíritu o desde el ego. Este punto siempre será controversial y digno de ponerse en una mesa de debate evolutivo, pero lo que sí pasa es sentir como el corazón se rompe, entonces si tu corazón está roto, ojalá esta receta sea la indicada para ti y lo puedas remendar.
Un corazón roto.
Recortes de recuerdos bonitos en torno al evento que lo hizo romperse.
Una vela del color de tu preferencia.
Un vaso con agua corriente.
Aguja fina.
Hilo dorado el más delgado. Busca un lugar lindo, prende la vela, déjala de lado del vaso con agua, haz tres respiraciones profundas, ensarta tu aguja con una hebra larga del hilo dorado y toma tu corazón, elige un recuerdo lindo vivido con ese ser amado, con esa amistad o con tu mascota y empieza a cocerlos en torno a la herida con puntadas delicadas de una forma amorosa, no olvides esos recuerdos llenos de complicidad, las miradas de amor, las tardes de café, las risas interminables, los abrazos, los te quiero y más. Cose despacio cada uno de ellos y cuando los hayas acabado, contempla tu corazón, sonríele y colócalo en su lugar, sentirás como se mueve al ritmo de una dulce melodía. Repetir con cada herida hasta que quede completamente reparado, y después, sólo después, sigue amando.
