Qué dicha que seas mi madre…

Hacerse amar por sus propias cualidades, sin recurrir a filtros ni talismanes, es el summum (grado máximo) de la dicha; es un arte ideal que todo el mundo quisiera poseer. 

Hoy que no estás y saber lo querida que fuiste no sólo por mí, sino por todas las personas a las que impactaste en su vida, es como un sedante moral para el alma adolorida, un opio ideal que proporciona aquel éxtasis que reduce la vida a un sólo punto: el objeto amado; nuestros esfuerzos, en fin, van encaminados a devolver la calma a quienes te amamos. 

Es verdad lo que decías, claro que existe en nosotros mismos una facultad natural, una fuerza radiante que emana del espíritu y produce sus manifestaciones en todo lo largo de nuestra vida; quien te conoció, es testigo que tú expresabas esa fuerza día a día con tu actuar, con el “sí se puede”, con el “sueña en grande y lograrás cosas grandes”. 

Este diez de mayo toca recordar tus máximas, por ejemplo: la importancia de nuestros pensamientos para un buen vivir. “Los pensamientos se cristalizan en los hábitos del individuo y los hábitos se solidifican en las circunstancias”, me explicabas. La vida se disfruta, pensemos en divertirnos y ayudar, ¡fuera los pensamientos de temor, duda o indecisión! no cristalicemos hábitos de debilidad, inhumanidad e irresolución, que se solidifican en circunstancias de fracaso, indigencia y dependencia semejante a la esclavitud. Los pensamientos odiosos y reprobados cristalizan en hábitos de acusación y violencia, y se solidifican en circunstancias más o menos aflictivas. Por el contrario, los pensamientos bellos de toda clase, cristalizan en hábitos de gracia y amabilidad, y se solidifican en genial alegría. 

Gracias por ese amor absoluto y centelleante, ese amor que sólo los padres sienten por sus hijos, ese amor que te hace poner tu propia integridad por encima de todo; ese movimiento del corazón que te hace más completo, más humano. 

Tu liderazgo es ejemplo, en la vida hay que hacer las cosas bien o sino, mejor no se hacen; indispensable es que nuestros planes se desarrollen con convicción y entusiasmo; siento tu consejo: “hay que convertir la vida en un sueño y volver realidad los sueños”. 

Hoy pido que tú de verdad descanses y sonrías como sólo tú sabes hacerlo; para vivir tenemos que narrarnos; por eso, cuando alguien fallece, debemos contarnos lo que fuimos el uno para el otro, decirnos todas las bellas palabras necesarias, construir puentes sobre las fisuras, limpiar el paisaje de maleza y acudir constantemente a nuestra memoria.

Gracias, gracias, gracias. 
Te ama…
Tu hijo.

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