Otro narco presidente 

Por: Elizabeth Castro  

El artículo del New York Times sobre los vínculos de Andrés Manuel López Obrador con el narco mexicano causó revuelo y llevó al presidente a responder de una manera viperina y desmesurada, exponiendo los datos personales de la corresponsal del periódico que hizo llegar un cuestionario a la oficina de la presidencia, y discutiendo después con una reportera de Univision.  

A López Obrador no le cayó en gracia que el periódico estadounidense ventilara una investigación que fue archivada y cuyos hallazgos señalan que durante 2018 personas allegadas a él recibieron dinero del crimen organizado, tanto para apoyar su campaña como para comprar favores una vez que estuviera a cargo del país.  

A diferencia de sus antecesores, quienes ante señalamientos de este tipo habrían preferido guardar silencio o simplemente fanfarronear con que eran acusaciones infundadas. Andrés Manuel decidió utilizar su espacio televisado para defenderse, o mejor dicho, para atacar al medio. Y ante los cuestionamientos sobre cómo exponer el número telefónico de la reportera pone en riesgo la vida de esa persona y la libertad de expresión; el presidente respondió, “Aquí no se puede insultar, no se puede calumniar al presidente de México porque tenemos autoridad moral”. 

Pero la autoridad moral de la que tanto presume el presidente parece desvanecerse cada día que pasa; el reportaje del New York Times no es la primera acusación que se da respecto a los nexos de López Obrador con el narco y el crimen organizado. En 2018 la detención y posterior liberación de Salvador Cienfuegos por parte de EE. UU. puso en tela de juicio la integridad de la SEDENA y cómo esta podía influir en el gobierno federal para burlar investigaciones sobre nexos con el crimen.  

Por otra parte, el saludo a la mamá de Joaquín “el chapo” Guzmán en 2020, exhibió al mandatario como alguien que reconoce a las personas que participan de la vida delictiva en México; aunque meses después Andrés Manuel intentó justificar su gesto como una mera cortesía, su desprecio por las madres buscadoras, a quienes no se dirige y mucho menos saluda en sus giras pone en evidencia la diferencia en el trato a las madres de este país. 

Aunado a todo esto, a finales de enero de este año una investigación periodística reveló que durante 2006 algunos operadores de López Obrador habrían recibido dinero del crimen organizado para financiar la campaña. 

En México no es novedad que la política mantenga nexos con el crimen organizado, mucho menos que las campañas políticas reciban financiamiento por parte del narco o que los responsables de la seguridad acepten sobornos y estén coludidos con los delincuentes. Sin embargo, que al final de su mandato Andrés Manuel sea exhibido como uno de tantos, no hace más que corroborar aquella creencia de que, al final todos son iguales.  

Aunque el presidente insista en que todo es una estrategia de sus adversarios, las dudas no cesan, pues más de una persona se ha preguntado ¿cómo hizo Andrés para mantener su campaña durante tantos años?, ¿de qué vivía?, ¿quién pagaba sus cuentas?, ¿quién financió los recorridos por todo el país?, ¿acaso es verdad que tanto la Barbie como el Chapo “donaron” dinero a la causa de López?, ¿acaso la política de “abrazos, no balazos” es en realidad una simulación para no admitir que al gobierno jamás le interesó poner fin al control del narco en México?  

¿Qué le dolió a López Obrador? ¿La calumnia? ¿O las posibles verdades que hay en el reportaje del New York Times? 

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