Por: Uriel de Jesús Santiago Velasco
Apreciemos los olores y los colores de las flores amarillas del cempasúchil; de la cresta de gallo, con su intenso color púrpura y del incienso que perfuma la atmósfera de esta fiesta, que es una de las más extraordinarias tradiciones mexicanas.
La celebración del día de muertos, es una ceremonia de origen prehispánico que, a través de los años, se ha ido enriqueciendo con la religión católica; actualmente, el historiador Miguel León Portilla, la considera como una tradición mestiza que, en Oaxaca, se celebra de una forma cálida y festiva.
Esta tradición llena de culto, fiesta, magia y misticismo, se vive especialmente en los panteones, donde se exhiben altares de muertos, que también se instalan en las casas; todo, con el fin de honrar a los seres queridos ya fallecidos.
Según la investigación del profesor Salvador Melo Farrera, se deben considerar los siguientes símbolos:
El arco de carrizo de varas de caña que representa la dualidad tan presente en la cultura mexicana; el cielo, la habitación del Dios eterno; y, la tierra, la habitación del hombre en el tiempo, por eso, las dos puntas se unen, para formar el arco, pues habla del deseo de quienes viven en la tierra de unirse a los habitantes del cielo.
La flor de cempasúchil o 20 flores, su color amarillo representa sabiduría, belleza y el anhelo a nunca morir; el aromático copal en un brasero con tres patitas, representa el agua, la tierra y el aire.
El pan de muerto es el alimento indicado de la vida; el vaso de agua para que las ánimas sacien su sed después del largo viaje y, con el fin de que las almas no se pierdan, se coloca un camino de flores y veladoras. La ofrenda tradicional consiste en manzanas, jícamas, nísperos, calabaza, tejocote, mole negro y mezcal.
Desde muy temprana hora, las familias acuden al camposanto a honrar y a escenificar la tradicional velada que dura toda la noche del 31 de octubre y, al iniciar la mañana del 1 de noviembre, se retorna a las viviendas a construir el tradicional altar de muertos que debe quedar culminado el mismo día, ya que después de esto, nadie puede tocarlo pues los invitados de honor son los muertos. El altar, finalmente, se retira el día 2 de noviembre, cuando los muertos se van. Así es como transcurre el día de muertos en Oaxaca, Tierra de gente que nunca muere.