Mamá

 

Por Fernando Ortega y el Capitán Tik Tak

 

Imagino que la labro más difícil y a la vez menos recompensada en el mundo es la de ser madre, independientemente de calentar biberones, cambiar pañales y un sin fin de obligaciones que muchas veces se aprenden de manera empírica.

 

Ser madre debe ser agotador y sobre todo debe ser desesperante, pues no se espera recompensa alguna. Y ser madre de alguien socialmente diferente debe ser aún peor.

 

Te cuento un poco de mi, para poder ponerte en contexto. Tengo 43 años y padezco de un síndrome que aparentemente es silencioso, pero y para bienaventuranza no lo es. Padezco síndrome de Asperger, que forma parte del espectro del autismo; siempre fui diferente pues me relacionaba mejor con los adultos, tenía muchísimos problemas al jugar con otros niños, prefería siempre jugar solo e ir al colegio era para mi un suplicio.

 

Uno de los pocos recuerdos que mantengo de mi infancia fue mi visita al neurólogo y posteriormente al psiquiatra quien le dijo a mi mamá que yo padecía de autismo; por supuesto que el concepto de autismo que se tenía en los 80 era el de un niño que veía a la pared y resolvía complejos ejercicios matemáticos, del Asperger, muy pocos médicos habían escuchado hablar. Aún recuerdo que salimos del consultorio de la Colonia Roma, en la Ciudad de México y vi llorar a mi madre.

 

El desconocimiento absoluto de mi padecimiento y mi aún tangible inocencia nos hicieron seguir caminos y buscar tratamientos a base de terapia que hicieran de mi una persona funcional. Mi madre, a diferencia de muchas, lo que quería era tener un hijo normal. Quería tener un niño que se sintiera cómodo con otros niños, que pudiera jugar con sus primos, que sus problemas escolares se debieran quizás a un rendimiento regular y no a problemas que en ese tiempo eran catalogados como de mala conducta. Y así comenzaron las clases de natación, mis fallidos intentos en el futbol o en cualquier deporte que involucrara el trabajo en equipo y las constantes terapias con psicólogos infantiles para ayudarme a sobrellevar mi poca tolerancia a la frustración.

 

Comprendo ahora, que a ella le costó mucho trabajo comprender que por más ejercicios caligráficos que hiciera mis palitos y mis bolitas siempre iban a parecer popo, que fuera torpe, que no pudiera agarrar una pelota, que no pudiera abrocharme los botones de la camisa o las agujetas de los zapatos, esas dificultades me hicieron acreedor muchas veces a la terapia de la chancla; entiendo que fue por desesperación.

 

Mi madre me hizo sola, pues cuando yo tenía apenas tres meses de edad, ella se separó de mi papá, del cual eventualmente se divorció; me dedicó su tiempo y sobre todo me dio todo su amor. Eventualmente ella encontró un hombre maravilloso, a quien yo llamo y asumo como mi padre, pero su tiempo y su amor siempre fueron para mi. Tenía una misión en la vida y su misión era que yo me sintiera adaptado a una sociedad que por sus miedos o prejuicios nunca me iba aceptar por completo. Sin mi madre no hubiera podido sobrevivir, sin su determinación jamás hubiera podido comprender o aceptar que el mundo es cruel, pero también maravilloso. Gracias a ella tuve la determinación de actuar “normal” pero sin dejar de ser consciente de que  siempre sería diferente.

 

Definitivamente ser madre debe ser muy difícil, y para la mía debió serlo más, pues mientras unas quieren que su hijos destaquen, la mía solo quería que fuera normal.

 

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Capitán Miguel Tik Tak (Lic. Miguel Pérez García)

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