Los duelos emocionales en los niños 

Por: Carime Kuri Fierros 

Muchas veces me encuentro con lo que llamo “duelos emocionales” que los padres no logran detectar en sus hijos. Estos duelos emocionales están relacionados con pérdidas de objetos, cambios importantes, nuevos proyectos, reorganización o decisiones que los padres toman sin comentarlas con los niños o adolescentes de la familia. Cuando se toman decisiones sin consultarles, es probable que los niños atraviesen diversas emociones. Aparecen esos cambios de humor repentinos, que surgen sin causa aparente, y, si no son atendidos ni comprendidos por los adultos, a menudo se interpretan como mal comportamiento, berrinches o incluso se atribuyen a los cambios propios de la edad, como en el caso de una adolescencia temprana o tardía. Las frases que comúnmente escucho en estos casos son: “Te está exagerando”, “Ni que se hubiera muerto alguien para llorar tanto”, “Ya no sé qué hacer, está intolerante”, entre otras. 

Estas frases cargan un mensaje implícito que recae directamente sobre el niño o niña. Con el tiempo, escuchar repetidamente estas expresiones puede generarles culpa. Entonces, uno se pregunta: ¿Será la edad, la educación, el entorno familiar o una mezcla de todo lo que influye en estos cambios de humor? ¿Será que los niños y jóvenes están molestos y frustrados con los padres por alguna de estas razones, o por la acumulación de todas ellas? 

Es importante aclarar que en este contexto no estamos hablando de la pérdida física de un ser querido o de una mascota. 

Cuando los niños son pequeños, los padres, con la intención de mantener el orden en el hogar y en sus habitaciones, pueden tomar decisiones que les parecen lógicas, como regalar el juguete favorito que está dañado por tanto uso, reemplazar su almohada especial o renovar su espacio. Sin embargo, estas decisiones pueden generar una pérdida emocional importante para el niño, ya que ese juguete, esa muñeca, ese pantalón favorito o incluso la mesita pintada, representan una parte de su identidad y pertenencia. Si al cuestionar al adulto, las respuestas son vagas o incomprensibles, esto puede generar enfado en el niño, quien acaba siendo regañado o castigado sin que se reconozcan sus emociones. Este tipo de situaciones desencadena un duelo emocional que se manifiesta en llanto, enojo, frustración, aislamiento, entre otros comportamientos. La forma en que esto se refleja dependerá de la edad y el apego que el niño tenga a ese objeto. 

Cuando los padres toman decisiones como mudarse de casa, cambiar de escuela o incluso regalar la mascota, los niños pueden sentir que su pequeño gran mundo ha sido derrumbado. Es crucial explicarles la situación con honestidad. De lo contrario, el adulto podría dejar cicatrices, algunas pequeñas y otras más profundas, que, si se repiten a lo largo del tiempo, terminarán afectando al niño en su vida adulta, cuando se enfrente a sus propios retos. 

No pretendo decir que el mundo de los niños o adolescentes deba ser intocable o que, para evitar un trauma o duelo, los padres deban hacer todo a su manera, sacrificando sus propias decisiones por las de los pequeños. No se trata de eso. Lo que sugiero es hablar con ellos sobre los planes que se deben llevar a cabo, ser empáticos con sus emociones, escucharlos y ofrecerles respuestas honestas, utilizando un lenguaje adecuado a su edad. Es fundamental darles la oportunidad de despedirse de ese objeto, de su escuela, de sus amigos o incluso de su mascota, ayudándoles a encontrar un nuevo hogar si es necesario. Permitirles expresarse y llegar a acuerdos evitará que atraviesen duelos emocionales innecesarios. 

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