Juan Jorge Bautista Gómez*
El pasado 18 de diciembre falleció en Oaxaca mi abuela paterna Josefina Torres Gaytán, una gran mujer que venció con gallardía y lucidez la sombra de un siglo, vivió un año menos que su hermana mayor, la tía Victoria.
Sí, cien años vivió Mamá Finita (así llamada cariñosamente), los mismos que vivió su esposo, mi abuelo Cirenio Bautista Sanjuán, fallecido a inicios del 2014. Vaya gente de acero y aplomo.
Nueve hijos procrearon entre los dos, de ahí, un centenar de nietos les sucedieron y otro más de bisnietos que, aún al día de hoy, siguen naciendo; los cuatro últimos, alumbrados en el transcurso del vencido 2018 aún en vida de la centenaria bisabuela, fueron: Julio, Izel, Savi Yumalai y Lucía.
Como es natural, lloramos su partida pero, más que lamentaciones, nuestras lágrimas enjugan múltiples y gratos recuerdos y muchísimas actitudes ejemplares, pues como dijo en su secular y jurisconsulto discurso en el momento del entierro de la abuelita su hijo mayor, Evelio Francisco: “ya mi madre tenía ganado por mérito propio el derecho al descanso y nosotros estamos obligados a dejarla descansar desde nuestros recuerdos”.
Es fácil conjeturar que haber remontado la vida en plena época revolucionaria y con tantas dificultades desde un Oaxaca rural, no ha de haber sido, por mucho, tarea fácil en absoluto, sobre todo cuando, como forma de vida, ambos ejercieron con gran tenacidad y por décadas, la docencia a nivel primaria en las zonas agrestes de la mixteca oaxaqueña, subiendo y bajando a pie por los cerros de Chindúa y Andúa en dónde se encontraban sus aulas repletas de niños campiranos y animosos por aprender. Ante estos retos, tuvieron que multiplicar sus virtudes para atender todos los flancos de su vida.
Todos sus hijos, salvo Maurel -quien fue presa en su vida adulta de la irracionalidad ajena hecha violencia-, viven hoy y, con mayor o menor ventura, han ido sorteando la vida y van pastoreando a su propia descendencia.
¡Oh extraordinarios y grandiosos abuelos nuestros, menuda tarea nos legan a sus descendientes! Gracias por tanta lucidez, por tanta humildad, por tantas enseñanzas, por tantas alegrías y por tanto amor.
Sus vidas son nuestro claro ejemplo, la ruta señalada para, sino lograr ser virtuosos como ustedes, sí al menos, legar un buen ejemplo a los nuestros.
Querida familia, más generaciones nos sucederán, sembremos en ellos lo que nosotros observamos y aprendimos de los abuelos. Ahora que ellos vuelven a estar juntos en el seno del planeta, pueden con júbilo, celebrar nuestra existencia positiva y constatar cómo hoy, aún brota el fruto de su gran amor.
Un beso queridos abuelos, en nuestros corazones habitarán por siempre.
¡Los amamos!
* juanjorgebg@yahoo.com