Las listas de la vergüenza 

Por: Elizabeth Castro  

Cansadas de la corrupción y el cinismo, en 2018 millones de personas dieron un giro hacia algo que parecía izquierda y volcaron su apoyo y sus votos al movimiento encabezado por López Obrador; el sexenio de Peña Nieto había sido una tragedia en muchos frentes y el candidato eterno parecía ser la esperanza para un país desolado.  

De eso ya han pasado seis años, y unas elecciones intermedias que, aunque lograron mermar el poder de MORENA en el poder legislativo federal, no sirvieron a la oposición. El PRI y el PAN presentaron en la última semana de enero sus listas de candidatos y candidatas plurinominales, nombres y apellidos conocidos buscarán hacerse de espacios en las cámaras, perpetuando así la creencia que no es más que verdad, los políticos y los partidos no cambian, no aprenden, no se interesan por escuchar al pueblo.  

Las listas son una muestra de que “los de siempre” se aferran a mantenerse a costa de lo que sea en el poder y con fuero, pocos son los rescatables y muchos los que deberían reconocer que nuevos tiempos exigen nuevas personas, nuevas ideas, nuevos liderazgos.  

2018 fue un parteaguas en la historia de México, y lo que debió representar un punto de inflexión dentro de la ahora oposición, no fue más que un periodo vacacional en el cual ni el PRI, ni el PAN y mucho menos el PRD, lograron ejecutar acciones para su cambio y mejora; se convirtieron en paladines del pasado que, ante los errores y omisiones del gobierno de López Obrador, no fueron capaces de reconfigurarse y ofrecer al electorado opciones reales y viables que representaran el cambio que tanta falta le hace al país. 

Por el contrario, decidieron continuar con la estrategia de siempre el compadrazgo, la necesidad de heredar cargos a familiares, el engañoso relevo para posicionar a sus hijos e hijas en puestos dentro de la burocracia y el partido dejando de lado a los jóvenes cuadros que durante años se han dedicado a apoyar candidatos y candidatas sin recibir nada o pocos espacios dentro de sus institutos políticos. 

Nada cambia, nada cambió. La oposición llega a 2024 sin propuestas claras, sin candidatos que levanten el ánimo de la ciudadanía, sin candidatas que logren posicionarse entre el electorado de cara a una elección que será decisiva para salvaguardar la democracia del país.  

López Obrador quiere acabar con los órganos autónomos y el poder judicial, le estorban, le dan rabia, lo molestan; y el único frente capaz de frenarlo y sostener los cimientos de un sistema democrático, de pesos y contrapesos que tardó años en construirse, que costó vidas, sueños y libertades; está en riesgo. Sin oposición en el poder legislativo Claudia Sheinbaum podrá tranquilamente materializar el sueño de Andrés Manuel. 

Un México sin transparencia ni rendición de cuentas, preso de mentiras que desde el púlpito presidencial se sostengan como verdades; un país sin contrapesos, supeditado a la voluntad de un grupo; un estado sin estado de derecho, acosado por el crimen y la complicidad de los órganos de procuración de justicia; un pueblo que espera el apoyo bimestral porque a diferencia del cambio eso sí llega, y a diferencia de la democracia, el dinero sustenta.  

Un México morenista que nos recuerda mucho al PRI.

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