Por Roberto Villagrán Torres
¿Me creerías si te dijera que se puede resolver sobradamente el problema del hambre en el mundo sin hacer ganadería, ni agricultura, ni producción industrial, ni gasto de agua potable? ¿Lograr producir alimento para toda la población existente en el año 2100 y combatir la contaminación de los mares y del aire a la vez? Este camino milagroso está disponible en la inmensidad de nuestros mares, sin embargo, lo hemos desperdiciado.
Las algas son organismos que crecen en todas las aguas del mundo. Las hay microscópicas y las hay grandes; de color verde, marrón, rojas o amarillas. Algunas tan complejas como las plantas, con partes similares a las hojas, flores y semillas. Y, al igual que las plantas, las algas crecen y se alimentan con ayuda del sol, del CO2 y de nutrientes. La mayoría pueden ser cultivadas.
A diferencia de las plantas, las algas no requieren deforestar bosques, ni consumo de agua ni de fertilizantes o herbicidas. Además, su crecimiento es de los más rápidos en todo el planeta. Por otro lado, una granja de cultivo de algas absorbe cantidades enormes de gas CO2, limpia de partículas contaminantes el agua y crea un hogar y un ecosistema para peces, almejas y pulpos, atrayendo depredadores y generando una cadena alimenticia.
Además de ecológicas, las algas son extremadamente ricas en proteínas, vitaminas, minerales y son bajas en grasas y carbohidratos, son saludables. Al procesarse, se convierten en fertilizantes, medicinas, biomateriales, plástico, cosméticos, combustibles, etc. Es enorme el potencial de las algas.
La agricultura, es decir, el cultivo intensivo de algas, haría posible que la sociedad comercie, utilice, procese y se alimente de toneladas de este valioso y abundante recurso natural sin los procesos destructivos de la ganadería y la agricultura. Sería una nueva fuente de empleo y estilo de vida para millones de personas.
Se ha calculado que, si cultiváramos el 2% del océano, se produciría proteína suficiente para alimentar a una población de 12.000 millones de personas. Actualmente, somos casi 8.000 millones, y millones de personas padecen hambruna, ¿Podrían ser las algas el fin del hambre?
Es probable. Se requiere un cambio social profundo en lugares donde no se acostumbra consumir ni utilizar algas. Sin embargo, Asia lo practica desde hace milenios en cantidades importantes y es parte de su cultura.
La humanidad necesita cambios en los procesos de producción y nuevas alternativas de alimentación. No podemos seguir con el consumo descontrolado, ya que no es sostenible a largo plazo para una población que crece desbordadamente y demandará espacio, salud, comida y agua.
Es urgente invertir en investigaciones que revelen los misterios que esconde nuestro océano y sus organismos. Estamos en la década por el océano, según la ONU. El momento perfecto para hacerlo.
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