Por Roberto Villagrán
Fue desde 1998 cuando pescadores comenzaron a reportar lobos marinos californianos varados en las costas del continente; desorientados, convulsionando o en coma. Tal evento era poco común en la región, por lo que la intriga fue inmediata; los animales parecían haber sido envenenados por alguna sustancia, quizá el derrame de algún barco; posteriormente, las autopsias confirmaron dosis mortales de ácido domoico, tóxico que ataca el sistema nervioso y destruye las neuronas; la sorpresa fue que ningún químico industrial causó la muerte de los lobos, si no esa sustancia proveniente de un alga. La alga diatomea llamada pseudo-nitzschia.
El calentamiento de los mares es aprovechado por estas algas para proliferar intensamente. La pesca desmedida altera las cadenas alimentarias en el mar, permitiendo que estas algas sean comidas en mayor cantidad por un grupo de organismos más reducido. La liberación descontrolada de nutrientes y fertilizantes en la agricultura es arrastrada hasta los océanos; las aguas residuales de todas las actividades humanas, tratadas o no tratadas, pero cargadas de nutrientes, es un coctel de crecimiento para las algas. Por esto, se entendió que el crecimiento descontrolado y tóxico de las algas no es un hecho natural y pasajero, sino una consecuencia más de la desmesura de la especie humana.
Así, miles de leones marinos llegaron a California a morir; del otro lado, en el golfo de México, los manatíes llegan a morir intoxicados de la misma manera. Los hechos fueron siempre “desafortunados” pero se convirtieron en preocupantes, cuando miles de personas en Estados Unidos y Canadá comenzaron a sentirse muy mal luego de consumir almejas o sardinas. Unos síntomas parecidos a los de un envenenamiento, que no tardó en saberse, provocado por el mismo ácido domoico.
Los mamíferos marinos, como los lobos marinos y los manatíes, son parecidos funcionalmente a los humanos; además, a nosotros también nos gustan las almejas, ostiones y peces; estos pequeños animales basan su alimentación en fitoplancton, como la tóxica alga pseudo-nitzschia, acumulando veneno y convirtiéndolos en alimento tóxico.
Para los leones marinos, es una trampa horrorosa, especialmente, cuando las hembras están embarazadas porque están obligadas a buscar comida arduamente para desarrollar correctamente a su bebé en el vientre, por lo que pasan horas buscando uno de sus alimentos favoritos, las almejas. Cada temporada, la clínica veterinaria Marine Mammal Care, en California, recibe cientos de leonas marinas embarazadas, gravemente intoxicadas; las que sobreviven y dan a luz, convulsionan y se desprenden de su cría, situación nunca vista, debido a su lazo familiar más fuerte que el del ser humano. Por el veneno, no las alimentan, las abandonan y pueden atacarlas. Es desgarrador.
Estos animales habitan las playas que habitamos; se alimentan del mismo alimento que nosotros y, de seguir así, las grandes masas de algas tóxicas crecerán y toda la cadena trófica se intoxicará; no habrá animales marinos limpios. ¿Haremos algo para enfrentar este problema?
Las personas que lograron recuperarse tienen daños en la coordinación y en la memoria; es un tema que cada vez afecta a más personas; debemos actuar urgentemente contra el desequilibrio en el océano, la contaminación y el cambio climático. El ritmo actual no augura un futuro próspero.
Ensayo basado en:
WEISS, K. (2006). Altered Oceans: Part Two: Sentinels Under Attack. Recuperado de https://www.latimes.com/world/la-me-ocean31jul31-story.html