¿La gestación genera huella de abandono?

Por: Carime Kuri Fierros

Un día, ella se levantó como siempre, tratando de ganarle a las manecillas del reloj, había que hacer la rutina diaria, levantar a los tres pequeños hijos, acicalarlos, vestirlos y sentarlos a desayunar, así que mamá iba de una habitación al cuarto del baño y se estacionaba por minutos en la cocina mientras preparaba el desayuno y por supuesto, el lunch. 

Ya parados en la esquina esperando unos minutos a que llegara la ruta del camión era el momento ideal para repasar que cada uno llevara en la mochila, que cargaban en la espalda, todo lo necesario para el trabajo escolar. Al subirse a la ruta del camión, entre besos, buenos días, buenos deseos y un hasta luego, era el descanso interno de mamá, porque todo, hasta ese momento, marchaba con su ritmo normal, ver cerrar la puerta y agitar su mano, despidiéndolos desde el amor, le permitía quedarse ahí parada por un par de minutos más, reflexionando lo feliz que era mientras veía el camión dar la vuelta en la siguiente esquina.

Mamá aprovechó para cruzar la calle donde estaba montado un pequeño mercado e hizo las compras necesarias para volver a casa y continuar con su habitual rutina, pero ese día, algo sucedió y se sintió rara, no le dio mucha importancia, así que siguió cocinando, tendiendo camas y recogiendo la casa, cuando un fuerte mareo, la llevó a sentarse asustada.

Por la tarde y después de una revisión médica, el doctor le notificaba que estaba esperando un bebé y que posiblemente llegaría para la última quincena de octubre; sorprendida y confundida tratando de ordenar sus ideas y por supuesto sus sentimientos, volvió a casa a esperar por la noche a su amado esposo, quien llegó muy tarde del recorrido de su ruta, llevaba tres días fuera de casa. Ella le sirvió de cenar y de sobre mesa, le narró lo sucedido y le notificó que venía otro bebé en camino. Papá sonrió y ahí mamá soltó el llanto; la economía no era lo suficientemente holgada para alimentar a otro bebé, se sintió aterrada, se angustió y todo un cúmulo de emociones jugaron con ella, llevándola de la alegría a la desesperación, unos minutos más tarde papá la abrazó y le dijo que todo estaría bien y que él se encargaría de llevar el sustento, que sólo debería preocuparse por la salud de ella y del nuevo bebé.

La pregunta ante esta historia es, cuánto afecta para el desarrollo emocional del hijo o hija, no importando el lugar que ocupe dentro de la familia, cuando la mamá pasa por esta vorágine de emociones. Esta situación interna de la madre por unos minutos o unos días, puede gestar una de las cinco huellas y la más común, es la del abandono. No resta el amor que después te dará, su atención y su presencia contigo, pues en el inconsciente hay una pequeña herida; así que, cuando algo emocional no se pueda sanar, hay que recurrir a una constelación familiar, un trabajo transgeneracional, también hay que hacer un trabajo de bioneuroemoción y mejor aún, cortar lealtades desde la honra, la humildad y el amor.

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