Por: Uriel de Jesús Santiago Velasco
“Me gusta la novela histórica porque si tienes un buen libro que te explique cómo comían, que veían, a qué hora se levantaban y qué hacían en otras épocas, tienes un viaje en el tiempo”, me dice la escritora Mónica Hernández, quien habla rápido y directo, con el entusiasmo único de alguien que ha pasado muchas horas de su vida sumergida entre libros.
Su caso es curioso, por años no pensó en otra cosa que en “garrar todos los libros que pudiera en una librería y leer, leer y leer”, no se sentía a gusto con los horarios de oficina, para los que tenía que desplazarse largas jornadas pues asegura: “Yo mido el tiempo en páginas que puedo leer, mi costo de oportunidad son páginas de libros”.
Un día buscando un nuevo trabajo su marido le preguntó “¿Qué quieres hacer?” y ella le respondió muy segura, “Quiero escribir”; me cuenta que él se le quedó viendo y sólo pudo exclamar: “pues te habías tardado porque todo el tiempo traes un libro en la mano”. Así comenzó este peregrinar, puliéndose en talleres de la mano de importantes escritoras, hasta que dio el salto en 2020, al publicar con gran éxito: “Las perlas malditas del almirante”.
Ya estaba hecho, no había vuelta atrás…dos años después estamos aquí para conversar de su segunda novela: La cofradía de las viudas (Planeta/2022), cuyo germen se gestó en Twitter tras leer: “Paula de Benavides impresora viuda novohispana activa de 1641-1684”.
Su curiosidad la llevó a preguntarse “¿Cómo que impresoras, si las mujeres no tenían negocios?”, y encontró documentos con los nombres de las mujeres viudas, hijas o madres, que se hicieron cargo de las imprentas en ausencia de los varones, “dije: aquí tengo una novela ¿Por qué mujeres, por qué viudas y por qué nadie me platicó antes de ellas?”.
La historia de México suele contarse omitiendo los 300 años de virreinato, poco se sabe de esa época, es nada lo que se enseña en las escuelas, ocasionando un gran vacío de información en el que Hernández, ha desempolvado los nombres de mujeres que supieron silenciosamente mover las piezas del ajedrez y del poder para colocarse en la cima de sus imprentas.
“Ellas lucharon contra su época de una manera muy inteligente, no podían hablar ni ser vistas, pero encontraron estas mañas para mantenerse a flote sin que nadie las viera. Por ejemplo, Paula de Benavides enviudó, quedando sola con seis hijos, cuatro hombres y dos mujeres, y qué crees, que los hombres fueron sacerdotes, uno dominico, otro jesuita, otro franciscano y el otro mercedario…los puso en los estamentos más poderosos del momento que eran la iglesia, y su brazo armado, la inquisición” me cuenta; “y de las mujeres, una fue monja y a la otra, la casó con un impresor, haciendo más fuerte su imprenta. Paula de Benavides fue la única que podía imprimir cartillas en la Nueva España; cuando murió su marido Bernardo Calderón, hacían un título al año y cuando ella murió, imprimían 70, imagínate”.