Por: Elizabeth Castro
En México pedir justicia es siempre un asunto complicado, de acuerdo con la ENVIPE 2024, entre las principales razones de las víctimas para no denunciar delitos se encuentran la falta de confianza en la autoridad y la pérdida de tiempo que el proceso de denuncia representa; ni hablar de los índices de impunidad en el país; sin embargo, y pese a lo tedioso que puede resultar la búsqueda de justicia, hubo alguien que a solicitó ayuda al estado mexicano frente al proceso judicial que enfrenta.
El 20 de febrero Ismael Zambada García envió una carta al Consulado General de México en Nueva York, en ella el narcotraficante pedía a nuestro país «solicitar la repatriación inmediata de mi persona, argumentando que mi traslado fue ilegal y que cualquier proceso judicial en mi contra debe llevarse a cabo en México, conforme a las leyes nacionales y los acuerdos internacionales vigentes.»
La iniciativa del narcotraficante, representa un punto de inflexión en la relación del estado mexicano con el crimen organizado; ya que a través de su mensaje Zambada García no solo se reviste como víctima de una detención ilegal, sino que asegura que su caso puede representar un punto de inflexión en las relaciones de México con Estados Unidos.
Prófugo de la justicia durante años, Ismael Zambada solo pudo ser capturado a través de la “cooperación” entre sus cómplices y autoridades estadounidenses que al día de hoy no han dado una respuesta al estado mexicano sobre los hechos que produjeron la detención del capo. Y aunque la Fiscalía General de la República ha manifestado en varias ocasiones que se encuentra investigando el posible secuestro y salida de Zambada de territorio nacional, las respuestas son vagas y los resultados inexistentes.
Aunque el capo es antes que nada un ciudadano mexicano cuyos derechos deben ser garantizados y protegidos, su historial y record criminal vuelve la situación compleja. No se trata de un mexicano cualquiera que ha sido aprhendido en el país vecino, sino de uno de los criminales más buscados durante las últimas décadas, cabeza de uno de los cárteles de narcotráfico más emblemáticos y sangrientos en la historia de México.
Además, lo que el capo solicita, es lo mismo que durante años han solicitado las familias de las víctimas de los enfrentamientos entre grupos criminales, las madres y padres de personas desaparecidas a manos del narcotráfico, las víctimas de trata del crimen organizado, y la sociedad mexicana que ha padecido la violencia desatada por los cárteles; justicia y actuación inmediata por parte del gobierno.
La misiva de Ismael Zambada raya en el cinismo, aunque nadie objeta la probable ilegalidad de su traslado, sus solicitudes son dificiles de responder considerando su record criminal. El capo le teme a la pena de muerte en otro país, pero no así a enfrentar la justicia siempre y cuando sea en México, país donde la corrupción y la impunidad le han permitido vivir en libertad.
La misiva de Zambada parece una provocación, y aunque muchos analistas han insistido en que puede representar una amenaza debido a lo que podría contar en la corte, lo cierto es que el capo podría solo corroborar lo que en México es un secreto a voces, que las redes de corrupción llegan a todos lados y dependen (también) de quienes han habitado palacio nacional.
Si su carta obtuviese el efecto deseado, el gobierno mexicano perdería legitimidad con un amplio grupo poblacional y dañaría las relaciones diplomáticas con el país vecino, además, podría representar una doblegación ante el crimen organizado, y la prueba última de la cercanía de los gobiernos morenistas con el narcotráfico.
