Por: Carime Kuri Fierros
Se recurre a la oración la mayoría de las veces cuando se está frente a una situación que supera los límites del control; puede ser por alguna noticia inesperada, conocer un diagnóstico médico que afecta fuertemente a la salud, por la pérdida de un ser amado e incluso, para que todo salga como se planeó. También se recurre a ella cuando se es educado en la fe, para pedir por un familiar, una amistad o por la necesidad de un extraño. Hay oraciones que son practicadas y heredadas por generaciones.
Aclaro que no sólo se recurre a la oración para pedir e implorar por temas de dolor, sufrimiento y pérdida; se recurre a ella también para agradecer el nuevo día, el techo, el sustento, la salud e inclusive, la bonanza de la que se goza. Toda oración recibe una carga intensa de fe, todas van dirigidas principalmente a una fuerza superior luminosa, sea cual fuere la religión, doctrina o filosofía que se profese.
La siguiente oración llamada: la canción olvidada, es porque la mente racional la ha olvidado, pero no el espíritu, es hermosa y recuerda que se es parte de esa luz que lo contiene todo y todo está contenido en el espíritu.
Hacer esta oración y practicar el auto perdón, es una combinación perfecta de estar en luz. Pertenece al libro “Un curso de milagros”, método que muestra los dos sistemas del pensamiento: el sistema del pensamiento del Ego y el sistema del pensamiento del Espíritu Santo. No es un libro religioso, pero sí es un libro espiritual.
“Más allá del cuerpo, del sol y las estrellas, más allá de todo lo que ves y, sin embargo, en cierta forma familiar para ti, hay un arco de luz dorada que al contemplarlo se extiende hasta volverse un círculo enorme y luminoso. El círculo se llena de Luz ante tus ojos. Sus bordes desaparecen, y lo que había dentro, deja de estar contenido.
La luz se expande y envuelve todo, extendiéndose hasta el infinito y brillando eternamente sin interrupciones ni límites de ninguna clase. Dentro de ella todo está unido en una continuidad perfecta. Es imposible imaginarse que pueda haber algo que no esté dentro de ella, pues no hay lugar del que esta Luz esté ausente.
Esta es la visión del Hijo de Dios, a quién conoces bien. He aquí lo que ve el que conoce a su Padre. He aquí el recuerdo de lo que eres; una parte de ello que contiene todo ello dentro de sí y que está tan inequívocamente unida a todo como todo está unido en ti. Acepta la visión que te puede mostrar esto y no el cuerpo.
Te sabes esa vieja canción, y te la sabes muy bien. Nada te será tan querido como este himno inmemorial del amor que el Hijo de Dios todavía le canta a su Padre”.
UCDM