La burbuja se rompió 

Por: Elizabeth Castro  

El 08 de mayo la titular del SESNSP anunciaba que durante los primeros siete meses del gobierno de Claudia Sheinbaum el número de homicidios dolosos se había reducido en México, el 14 de mayo la jefa de gobierno Clara Brugada informó que en la Ciudad de México la reducción de delitos de alto impacto era considerable, un 66.6% menos comparado con la cifra de 2019. 

El 20 de mayo, durante la conferencia matutina cuando se anunciaban los avances en materia de seguridad y mientras Omar García Harfuch revisaba el teléfono la burbuja se rompió. Ximena Guzmán y José Muñoz, colaboradores de Clara Brugada fueron asesinados en horario estelar, a plena luz del día, en una vialidad sumamente transitada en el centro del país.  

El mensaje era claro, nadie es intocable, ni siquiera aquellos que son cercanos al poder. El descontrol se apoderó de la ciudad, la Fiscalía y la Secretaría de Seguridad de Ciudad de México iniciaron las diligencias de manera inmediata. No encontraron mucho, una motocicleta y dos vehículos abandonados, ninguna huella, motivos desconocidos, el rastro de los asesinos se perdía en el Estado de México.  

Como suele pasar en la mayoría de los crímenes que acontecen a diario, nadie sabía nada. Ximena y José se sumaron a la larga lista de víctimas del país de la transformación, su cercanía con Brugada no fue suficiente para protegerlos del crimen, ni para que sus familias obtuvieran justicia. “Ser alguien” permitió que sus muertes no pasaran desapercibidas, pero entre eso y capturar a los culpables, hay una gran diferencia.  

Horas antes del asesinato que cimbró al país, siete jóvenes habían sido ultimados en Guanajuato, pero de ellos nada se sabía, su muerte no atrajo tantos reflectores, y la Fiscalía del estado no fue presionada para investigar inmediatamente. Dos caras de la misma moneda con resultados similares.  

En México nos hemos acostumbrado a las muertes violentas y las convertimos en estadísticas que los políticos celebran o desprecian de acuerdo a sus intereses; los muertos los ponemos nosotros, los ciudadanos de a pie, los que vivimos en la periferia, los que nos blandimos entre oraciones y ruegos para llegar bien a casa, los que vivimos en Ecatepec, los que vivimos en Zacatecas, en Sinaloa, en Guerrero, en Oaxaca, ahí donde Claudia no vive y no despierta, ahí donde nadie llama a Harfuch para pedirle auxilio.  

La burbuja se rompió, nadie está a salvo; sin embargo, en medio de la conmoción la militancia se levantó para apoyar a Brugada, “no estás sola” corearon… como si los gritos pudieran suavizar la tragedia, como si “arroparla” minimizara el hecho de lo que a todas luces es innegable, la estrategia de seguridad en México ha fallado, como siempre desde hace decenas de años.  

Y mientras MORENA llora a sus muertos, a los demás solo nos queda esperar que esto les recuerde que sus datos mienten, que sus dichos son verdades a medias, que los muertos se cuentan por decenas y que el poder de los criminales es cada vez más grande, aunque Harfuch diga lo contrario. 

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