Por: Hamlet Cortés Espejo
¿Alguna vez te has preguntado sobre la motivación detrás de la adquisición de una pintura, grabado o escultura? ¿O quizás has recibido una obra de arte como regalo? Estos actos, aparentemente simples, se enmarcan en un contexto contemporáneo en el que todo, incluido el arte, se valora económicamente.
En este sentido, es común asociar la compra de una obra artística con la expectativa de que su valor aumente con el tiempo, convirtiéndose en una inversión rentable; sin embargo, este motivo, aunque no carece de relevancia, representa sólo una faceta de la riqueza que el arte puede aportar a nuestras vidas.
Al invertir en una obra de arte, se trasciende el ámbito financiero para adentrarse en un terreno donde las emociones, ideas y perspectivas del artista se convierten en parte de nuestro entorno. Cada obra es una manifestación única de la visión estética y conceptual del creador, reflejando sus experiencias, pensamientos y preocupaciones más profundas. En este sentido, la adquisición de una obra de arte es un acto de conexión con el potencial estético desarrollado por el artista a lo largo del tiempo.
Más allá de la mera contemplación estética, la inversión en arte adquiere un significado más íntimo cuando se considera como una oportunidad para encontrar coincidencias y afinidades con la perspectiva del artista. La elección de una obra que resuene con tus propios gustos, pasiones y visión del mundo no sólo implica la adquisición de un objeto físico, sino la incorporación de una porción del espíritu del artista a tu propio universo.
En última instancia, el adquirir obras artísticas se transforma en una inversión propia y personal de tu presente y del futuro, contribuyendo a tu cambio de pensamiento y a una apertura de nuevas sensaciones, generando emociones que tal vez desconocemos, volviéndonos individuos más sensibles y conscientes de nuestro entorno.
Sin duda, invertir en arte trae beneficios monetarios y financieros, pero más allá, enriquece nuestra vida con un significado más íntimo, recordándonos día a día lo que nos hizo sentir la primera vez que la apreciamos. La adquisición de arte se convierte en un acto de valoración estética que va más allá de lo tangible, contribuyendo a la construcción de un legado personal y cultural que perdura en el tiempo. Invertir en una obra de arte, es invertir en nuestra sensibilidad, emociones y espíritu.
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