Por Elizabeth Castro. El proceso electoral de 2021 está cada día más cerca, durante las próximas elecciones el INE, el IEEPCO y sobre todo, las candidatas y candidatos, enfrentarán retos aun inimaginables; por un lado, las instituciones deberán garantizar la seguridad de la ciudadanía y por otro, quienes aspiren a un puesto de elección popular, tendrán que rendir cuentas al electorado.
Es que, en medio de una de las crisis más penosas que enfrenta el país, los partidos políticos siguen sin encontrar la forma de reconciliarse con las y los ciudadanos, a dos años de la llegada de Andrés Manuel a la presidencia, la sociedad sigue esperando a la oposición responsable y proactiva que dé voz a quienes no comulgan con las acciones emprendidas por el gobierno federal.
Recuperar la confianza ciudadana debería ser el objetivo primordial de los partidos políticos, ir más allá de sí mismos y los intereses de sus cúpulas, tendría que ser parte de la estrategia que se emprenda de cara a los comicios de 2021, si en verdad se pretende acabar con la mayoría morenista en la Cámara de Diputados; de otra forma y si sólo se piensa en mantener cuotas de poder que sirvan para mantener vivos a los partidos, cualquier proceso electoral es sólo un bucle infinito en donde la ciudadanía, sus necesidades y aspiraciones quedan fuera de la lista de prioridades y se convierten en sujetos electorales que no tienen voz pero sí voto. A los partidos les hace falta reformarse desde dentro, desalojar sus feudos, sacudir sus cúpulas y pensar en proyectos de largo alcance que les garantice el apoyo de quienes asistirán a las urnas en los próximos comicios; el discurso contra López Obrador no sirve, no garantiza nada, es un nido de palabras vacías que emerge de las entrañas pero no de la estrategia.
La molestia social existe, pero nadie ha sido capaz de utilizarla para posicionarse como una opción real. Los partidos históricos de México, PRI y PAN han sido incapaces de formular estrategias que les permitan ubicarse en el espectro de preferencias electorales, su pasado los persigue y la cacería emprendida por el gobierno federal los debilita, la captura de García Luna, la extradición de Lozoya, el desmantelamiento de la verdad histórica sobre Ayotzinapa y el inicio del proceso de extradición de César Duarte, se blanden como armas políticas previo al proceso electoral.
Y mientras las y los suspirantes a las candidaturas se preparan para dar una batalla a todas luces perdida, la estrategia clientelar de MORENA y su propaganda, rinden frutos dentro de sus militantes y electorado; hoy en día los seguidores de Obrador pueden decir que se está “combatiendo la corrupción” y que la austeridad republicana comienza a sentar las bases de la transformación que López Obrador ha capitalizado como propia. Para los partidos políticos el reto de 2021 no es conservar el registro, es convertirse en una opción y hacer confluir el desencanto y el enojo en contra del 4T. El reto va más allá de López Obrador, quién es sólo un reflejo del priismo más arcaico y autoritario, el reto es convencernos de que ya cambiaron y de que ahora sí van a trabajar por y para México.