Por Elizabeth Castro. Andrés Manuel López Obrador ha manifestado su desdén ante las cifras oficiales y no oficiales que muestran la realidad del país, desde el FMI hasta el CONEVAL pasando por las publicaciones de medios de comunicación, instituciones académicas y organizaciones no gubernamentales, quienes publican datos sobre pobreza, educación, economía, entre otros; han sido objeto de descalificaciones por parte del ejecutivo, con su famosa frase “tengo otros datos”.
Sin embargo, esos datos son desconocidos e inaccesibles para la ciudadanía, así que debemos conformarnos con la información que publican las instituciones. Lamentablemente, en algunos casos, las estadísticas oficiales son meras estimaciones que no alcanzan a mostrar la magnitud de los problemas que atraviesa el país y en otros, son esfuerzos que implican un alto costo, lo cual imposibilita el levantamiento continuo de información. Y aunque esto puede parecer menor, lo cierto es que la toma de decisiones requiere contar con información actualizada y veraz. Una política pública no puede sustentarse en buenas intenciones.
Es verdad que los datos oficiales tiene sesgos, deficiencias y muchas áreas de mejora; sin embargo, hoy en día no existe una estrategia clara para mejorar las capacidades de las instituciones para recolectar, sistematizar, proveer y publicar información. Las entidades gubernamentales hacen lo que quieren/pueden con lo que tienen y aunque esto no es un problema que atañe solamente al sexenio actual, si es una deficiencia que se ha venido arrastrando y que no ha podido ser subsanada.
La falta de personal, la falta de capacitación, la ausencia de recursos, el desdén por la rendición de cuentas y la transparencia e incluso, el desinterés político de quienes lideran las instituciones, son algunos de los factores que afectan las estadísticas oficiales y, si a ello sumamos el incordio presidencial y su afán de desestimar todo aquello que él considera “contrario” a la realidad del país que gobierna, los datos dejan de ser considerados importantes en la toma de decisiones gubernamentales y se convierten en un mero adorno que se adapta a intereses políticos; así, un mínimo decremento en el número de homicidios es exhibido como un logro de la estrategia de seguridad (y no como un efecto de la pandemia) y un aumento en los niveles de desempleo como una afrenta a López Obrador.
Los datos nos ayudan a tomar decisiones; medir, nos permite conocer la situación actual y planear a futuro; pero, sin información real, esto es imposible y dificulta el actuar de las instituciones. La falta de interés por parte del gobierno para hacer públicos los datos que el Presidente conoce, nos hace dudar de su existencia, si como dice Obrador, la información que él posee es contraria a las estadísticas y nos augura un futuro prometedor en lo económico y lo social, lo correcto sería darla a conocer para que quienes se dedican al análisis puedan hacer uso de ella.
Pero a López Obrador no le interesa mostrar sus datos, esos que hablan de un México que muchas personas no conocemos, esos que demuestran que en los enfrentamientos armados de Guanajuato sólo mueren criminales y que en este país la justicia para las víctimas es una realidad. ¿Usted no quisiera vivir ahí, en el país de los otros datos?