Por: Diana Murrieta
A todxs nos ha tocado tener alguna amistad que pareciera que ya se acostumbró a vivir en un ambiente violento y lleno de machismo; sin importar los consejos o acciones que sucedan, pareciera no quererse ir. Esto pasa con frecuencia en sociedades latinoamericanas donde los estereotipos fueron impuestos desde edades tempranas. Nos enseñaron que el amor todo lo puede, todo lo perdona y para todos es posible. Así crecieron las generaciones anteriores a nosotrxs, creyendo que la violencia era permitida si se basaba en un principio superior que era «el amor». Esta generación ha comenzado a romper ese mito, el del amor romántico.
La realidad es que la violencia ha sido definida mediante la figura de un círculo, mismo que no tiene salidas ni entradas específicas. El poder de salida está siempre, pero la realidad es que, para salir, hay que dar muchas vueltas, y a veces, al no haber esquinas, se vuelve difícil saber cuándo ya va más de una vuelta.
El «ciclo o círculo de la violencia» es un concepto que identifica patrones recurrentes en situaciones de violencia de género. Este ciclo, desarrollado por Lenore Walker, comprende tres fases distintivas: acumulación de tensión, incidente agudo y luna de miel. La premisa desarrolla que la violencia escala a 100 para volver a 0 y así recurrentemente.
En la fase de «acumulación de tensión» se puede comprender como aquella en la que hay tensiones y conflictos, pero ninguno de esos es mayor en la relación. Normalmente, la comunicación no fluye o es deficiente, y la víctima puede percibir señales que desarrollarían la agresividad o enfado por parte de quien comete la violencia. Para este momento, sí hay señales de enfado o molestia, pero hasta ese momento pudieran percibirse como normales o posibles, en una relación.
La siguiente fase es la del «incidente agudo» que se entiende como la liberación de esta agresividad. Se manifiesta con normalidad en un episodio violento y esto puede tomar diversas formas, desde lo psicológico, físico, verbal, sexual o incluso, tentativo a un feminicidio. Durante esta fase se marca el patrón de control y poder sobre la víctima, la cual reconoce la violencia, pero al mismo tiempo, no comprende y entra en un posible estado de negación o desconocimiento.
Tras el incidente agudo, sigue la fase de «luna de miel», que como su nombre lo indica, pareciera que todo está mejor que nunca y hay remordimiento. Normalmente existen disculpas o expresiones de intenciones de cambio. En este tiempo hay calma, muestras de amor apasionado o intentos de compensación por parte del agresor. Para este momento puede haber esperanza y confusión, pero se cree que existe una posibilidad de cambio.
Y es así como el círculo comienza una vez más; es por eso que se vuelve complejo salir de este. Las fases pueden ser veloces o muy lentas, pero en realidad, existe una esperanza de cambio o de final.
Es esencial reconocer que el “ciclo o círculo de la violencia” no sigue un patrón fijo y puede variar en duración y frecuencia. Además, no todas las relaciones abusivas se ajustan exactamente a este ciclo. Este concepto se emplea en entornos terapéuticos y educativos para comprender y abordar la dinámica de las relaciones abusivas, promoviendo la conciencia sobre la importancia de prevenir la violencia de género.
Diana Murrieta
Presidenta y fundadora de Nosotras para Ellas, A.C.
@dianamurrietam
diana.murrieta@nosotrasparaellas.org
