Por: Roberto Villagrán Torres
El deseo que mueve a los seres humanos nos ha motivado a cambiar nuestro entorno y a nosotros mismos con el objetivo de vivir un estilo de vida diferente al que nos otorgó la naturaleza y las circunstancias sociales. En la búsqueda de cumplir los deseos de ser un tipo de persona que nos parezca interesante, destacada o exitosa, grandes cadenas publicitarias y diversas empresas se han aprovechado de ello y de las necesidades humanas para vender sus productos lo más rápido posible.
Es cada vez más frecuente observar publicidad que te presenta al típico personaje triunfando y con el producto de una empresa en la mano, junto a una frase como: “El producto que consumen los ganadores”; o a la familia viviendo un lindo momento de unión y con el producto de fondo que dice: “El producto que le pone la magia a tus momentos en familia”. Ellos han entendido que a los consumidores ya no nos interesa si un producto es mejor, nos interesa saber en qué nos convertimos al comprarlo.
Y es porque, el consumismo se ha establecido hasta en las necesidades básicas, como la alimentación, la higiene y el transporte. Lo desafortunado es que, aunque el producto no cubra nuestra necesidad, no lo necesitemos o ya tengamos un producto similar, se consume por estatus u otras razones.
La sociedad consumista es aquella que compra y acumula productos que no son necesarios. En la actualidad, el consumismo es la cultura predominante en los países de primer mundo. Sin embargo, aunque el consumo es importante para la economía, el consumismo acaba con los recursos naturales, contamina el ambiente, genera desigualdad social y degrada los valores humanos a través del individualismo.
El consumismo es peligroso porque genera basura, desechos tóxicos y contaminación en el planeta, debido a que se consumen productos a través de una economía lineal, que consiste en comprar y tirar, lo que ha propiciado que las empresas diseñen productos desechables. Sin embargo, el consumo puede ser adoptado a un modelo de economía circular en donde el diseño de los productos fomente su larga vida útil, reutilización y reciclaje, reduciendo considerablemente los desechos.
Aunque la economía circular disminuiría la basura, el consumismo es una cultura que ha repercutido en los principios y valores de la sociedad, desplazando a las personas que tienen menos posibilidades económicas y generando gran competencia por tener los productos más caros y más modernos que los demás.
Con el objetivo de hacer visible las problemáticas que la actitud consumista ha desencadenado en los ecosistemas del planeta, la sociedad y las personas, en 1992 se estableció el día 25 de noviembre como el Día Mundial contra el Consumismo.
En estos tiempos de crisis económica, de salud y medio ambiente, es un buen momento para cuestionar nuestra actitud y entender que nuestras costumbres repercuten directamente en el bienestar de la humanidad y de nuestro planeta.