El 18 de octubre México despertó respirando miedo, indignado y dolido hasta las entrañas; asustado, molesto, furioso, dividido, enfrentado. Lo acontecido el 17 de octubre en Culiacán nos mostró que el pueblo bueno sigue siendo vulnerable, que sigue poniendo los muertos de una guerra que nadie ha podido detener; que ni Durazo ni Andrés Manuel han podido contener, la fuerza del narcopoder.
López Obrador se justificó diciendo que ninguna detención valía más que la vida de las personas; Durazo se contradijo tanto que resulta imposible recrear los acontecimientos que dieron lugar a la liberación de Ovidio Guzmán; Luis Cresencio Sandoval ni siquiera fue capaz de establecer la hora en que inició el presunto operativo sin contradecir lo expuesto por las redes sociales y, el número de muertos, es una cifra prácticamente desconocida; del papel que jugó la Guardia Nacional en el operativo no se habla, es como si nadie quisiera contarnos qué fue exactamente lo que pasó; como si el hermetismo bastara para acabar con la incertidumbre y el coraje, como si la desinformación fuese suficiente para negar lo que es evidente.
El 22 de octubre, el Semanario Zeta publicó que el Cártel Jalisco Nueva Generación tiene presencia en 25 Estados del país; las cifras del Secretariado reportaron más de dos mil homicidios durante el mes de septiembre; la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana reportó que a nivel nacional se estima “que el 71.9% de la población de 18 años y más, considera que en términos de delincuencia, vivir en su ciudad es inseguro, durante el tercer trimestre de 2016.” Vivimos en crisis, la inseguridad no merma, los crímenes no se detienen, los cárteles no han dejado de adueñarse de nuestro país, los delincuentes viven bajo el amparo de la incompetencia, la corrupción y la impunidad.
México no es el mismo país después de Culiacán; la liberación de Ovidio Guzmán no fue un operativo fallido, fue la incapacidad del gobierno para responder ante el embate del narcotráfico, es la muestra de que en este país los muertos los ponemos nosotros, los de abajo, los de a pie, los que no podemos escondernos detrás de un escolta o un cuerno de chivo.
Andrés Manuel puede seguir obviando lo evidente, puede insistir en que la violencia sólo genera más violencia y que el sexenio de Calderón nos enseñó que es mejor no ir a la guerra; pero, ¿Qué va a hacer?, insiste en que el tiempo le dará la razón y demostrará que su estrategia es más efectiva, ¿Cuál es su estrategia?, ¿Cómo va a defendernos?, ¿A qué costo?, ¿Cuántos capos más va a liberar para “mantener la paz”?, ¿Cuántos presos tendrán que fugarse?, ¿Cuál es el precio que está dispuesto a hacernos pagar?
Es cierto que las estrategias de administraciones pasadas nos orillaron a una guerra que sólo trajo sangre y muerte; es cierto que nadie quiere otra guerra contra el narco pero, aunque Andrés Manuel diga lo contrario, Reforma tiene razón, el Chapito sometió a la 4T ¿Y, ahora qué sigue?, ¿Quién sigue?
Por Elizabeth Castro