Del fango pueden nacer las mejores flores

Por: Uriel de Jesús Santiago Velasco

Con escenarios memorables que remiten a la novela del boom y una velocidad narrativa al estilo cine, el escritor Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958), publica su libro Salvo mi corazón, todo está bien (Alfaguara/2023), es la historia del sacerdote Luis Córdova “el gordo”, único hijo varón entre dos hermanas que deja su casa familiar por seguir su vocación religiosa, integrándose a la orden de los cordelianos en un Medellín de los años 70, poblado de espantosa violencia, fruto de la corrupción política y el narcotráfico.

No obstante, esta novela (salvo el contexto), no habla de violencia y, por muy disparatado que suene, tampoco de religión, pues Luis Córdova es un sacerdote liberal que está convencido de ejercer el sacerdocio desde sus pasiones: la ópera, la comida y el cine. Creció en un universo femenino, fundamental para su vocación. Gracias al sacerdocio pudo viajar a Italia, cuna de importantes cineastas y de grandes cantantes (por supuesto de la iglesia católica también). Ello lo alimenta y encamina -sin pretenderlo- a convertirse en uno de los personajes de la cultura en Medellín, en “la persona que más sabe de cine en este país”; sin embargo, eso no les gusta a las jerarquías católicas colombianas, quienes se empeñan en verlo tropezar. Pero ojo, que tampoco es una novela de trampas y persecución a un cura. 

Es más bien una historia sobre la fragilidad del ser humano y su corazón “por siglos intocables”. Resulta que, tras una visita al médico, “el gordo” se entera que una cavidad de su corazón ya no funciona y necesita urgentemente un trasplante. Conseguir un corazón es ya difícil, pero uno para una persona de su calibre corporal es casi imposible. Aún así, hay esperanza, lo único que le prohíbe el médico es subir escalones y ello lo obliga a vivir en la “Casa de los laureles” de Teresa, una mujer recién abandonada por su marido, con dos pequeños y su sirvienta Darlis. Sin pensarlo, y en una suerte de improviso, “el gordo” comienza a desempeñar de Pater familias e inicia a acostumbrarse -en medio de la incertidumbre- a la vida familiar.

¿Qué sucede con él? Es el gran misterio que el autor mantiene durante toda la novela. En primera instancia es Aurelio -el compañero sacerdotal del gordo- quien nos relata su historia como si ya no estuviera, aunque nunca aclara si es literal o de manera figurada. A pesar de ser ateo, el autor pudo comprender a Luis Córdova “el gordo”, reafirmando esa suerte de magia en el mundo de las letras, cuando algo ajeno termina por ser personal. Ya que Faciolince en el proceso de escritura pasó por una operación a corazón abierto y cuya experiencia, ayudó a alimentar un personaje lleno de bondad y luz en medio de la tormenta social del Medellín, entre las prácticas de abuso de la iglesia. Demostrando, como me dijo una vez Ivar Da Coll -ilustrador colombiano- que “del fango pueden nacer las mejores flores”.

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