Por: Alejandro Murillo Espejo
La reelección de Nicolás Maduro en 2024 ha profundizado la crisis política, económica y social en Venezuela, reflejando la creciente polarización de la última década. Las elecciones fueron vistas con escepticismo tanto dentro como fuera del país, con acusaciones de fraude y restricciones impuestas a la oposición y a los medios de comunicación, lo que llevó a la comunidad internacional a cuestionar la legitimidad del proceso.
Maduro se enfrentó a Edmundo González Urrutia, un opositor moderado que prometió reformas económicas y la restauración de la democracia. A pesar de su popularidad entre votantes desilusionados, su campaña fue obstaculizada por las tácticas del régimen. El 2 de agosto de 2024, el Consejo Nacional Electoral declaró a Maduro ganador con el 51,95% de los votos, pero las denuncias de manipulación electoral, la coerción sobre los votantes y la negativa del CNE a proporcionar informes de recuento alimentaron las sospechas de fraude.
El desmantelamiento sistemático de las instituciones democráticas es un problema preocupante. El parlamento, que ha estado controlado por partidos de oposición desde 2015, fue efectivamente anulado por el gobierno y el fallo de la Corte Suprema socavó su autoridad. Además, el establecimiento en 2017 de una Asamblea Nacional Constituyente compuesta íntegramente por partidarios del gobierno fue un golpe fatal a la separación de poderes del país.
La muerte de Chávez en 2013 y la ascensión de Maduro no hicieron más que agravar los problemas existentes. El desmantelamiento sistemático de las instituciones democráticas bajo el gobierno de Maduro ha sido un problema persistente. La represión de la oposición y las protestas, la anulación del parlamento por parte del ejecutivo y la falta de independencia del poder judicial han erosionado la confianza en el sistema político. Las protestas que siguieron a las elecciones reflejan el profundo descontento de un gran segmento de la población venezolana, con manifestaciones en varias ciudades del país.
La crisis económica en Venezuela se ha intensificado en los últimos años. La hiperinflación ha devastado los ingresos de los venezolanos, y la escasez de alimentos y medicinas ha alcanzado niveles críticos. El éxodo masivo de venezolanos es uno de los aspectos más trágicos de esta crisis. Más de seis millones de personas han abandonado el país en busca de mejores condiciones de vida, generando una crisis migratoria en la región.
La verdadera resolución de la crisis venezolana requiere un enfoque integral que aborde no solo las problemáticas, sino también las causas subyacentes de la devastación económica, política y social. Esto implica una reestructuración fundamental del sistema político y económico del país, así como un compromiso firme de la comunidad internacional para apoyar un proceso de transición genuina y sostenible.