Por: Elizabeth Castro
Cuando en 1953 las mexicanas obtuvieron el derecho al voto, la idea de que una mujer se convirtiera en presidenta del país era -probablemente- más un sueño que una posibilidad. Desde entonces, tuvieron que pasar 74 años para que México eligiera a la primera mujer que tendrá la titularidad del poder ejecutivo.
Seguramente Claudia Sheinbaum Pardo sabe que, aunque Andrés la haya propuesto, el espacio que hoy posee se debe a las luchas por la democracia y por los derechos humanos y político electorales que han atravesado el país.
La presidenta recibe un México convulso, cansado y violentado, los datos hablan por sí mismos y la realidad no puede ocultarse; caminará sobre el país de las más de 100 mil personas desaparecidas y los más de 72 mil cuerpos sin identificar. Recorrerá el territorio de las masacres y los enfrentamientos entre los grupos del crimen organizado a quienes la estrategia de “abrazos, no balazos” no logró pacificar, enfrentará los casi 200,000 homicidios del sexenio de López Obrador, y el dolor de los padres y madres de los 43 normalistas de Ayotzinapa acaecidos hace 10 años a quienes AMLO prometió justicia que no han visto llegar.
A Claudia le heredan un país donde los órganos garantes de la democracia- la verdadera democracia, no esa que MORENA reduce a votar periódicamente- se encuentran contra el muro esperando su caída en manos del fanatismo y el despropósito. En sus manos se encuentra un México donde la deuda pública alcanzará el 49.7% del PIB, y 10 de los principales fideicomisos cuentan con 45% menos recursos de los recibidos por Andrés Manuel de Enrique Peña.
Todo esto lo enfrentará acompañada por un gabinete en el cual 9 de 19 integrantes son herencia de su antecesor; mientras personajes como Monreal, Ernestina Godoy, Adán Augusto y García Harfuch se pasean en los corredores del poder.
El México que López Obrador entrega a Sheinbaum Pardo es un país inseguro, pobre, acaecido en el abandono de las fuerzas de seguridad, convulso. El reto es grande y el escrutinio será agresivo y contundente. En sus manos está el futuro de una nación que votó por un cambio y la promesa de un mejor mañana que no ha logrado materializarse.
Si Claudia se convierte en una extensión de Andrés Manuel, quienes dudamos no nos habremos equivocado al decir que su periodo será solo la continuación del poder de quién gobernará desde La Chingada; pero si logra romper con el obradorismo e instala su propia visión de país, nos sentiremos agradecidas y reconoceremos su fuerza, astucia y voluntad.
Ser la primera de muchas es un compromiso con la historia, esperemos que Claudia esté a la altura y logre materializar lo que durante años hemos exigido, un país libre, democrático, seguro, justo, un país donde las causas de todas y todos sean escuchadas y la perspectiva de género deje de ser discurso y se convierta en realidad. Donde la presidencia se convierta en un poder independiente y deje de lado el nepotismo y la corrupción que hasta ahora solo ha cambiado de manos.
Demos la bienvenida a la presidenta, serán seis años interesantes, con buena suerte al final de su sexenio tendremos un mejor país, con mala suerte… nos tocará levantarnos, como siempre lo hemos hecho; porque México siempre sobrevive, a pesar de nuestros políticos, a pesar de los Yunes que viven en los partidos.
El 01 de octubre de 2024 pasó a formar parte de la historia del país y las luchas feministas de millones de mexicanas que con su activismo y participación abrieron brecha para que hoy podamos decir ¡Felicidades, México! ¡Por fin tienes una presidenta!