Por Estefanía Silva. Nuestra ciudad y nuestro estado están llenos de personas trabajadoras e inspiradoras en el ámbito gastronómico. Y, a través de estas líneas, siempre hemos buscado mostrar nuestra admiración hacia sus preparaciones, su trabajo y sus tradiciones.
En esta ocasión con todo nuestro cariño y respeto queremos recordar a Berthita, a quién seguramente conocías si frecuentabas el mercado de La Merced. Por décadas estuvo al frente de sus dos puestos, en donde la podías encontrar despachando su chocolate almendrado y sus deliciosos tamales de mole, amarillo, frijol, dulce, rajas y verde, quienes compartieron pláticas y momentos con ella, saben que era una cocinera tradicional con un amplísimo repertorio de recetas.
En su casa podías admirar un sin fin de herramientas, canastos, ollas, anafres y cazuelas con los que contaba para realizar su oficio, mismo que al ejercer con tanta devoción, se fue transmitiendo de forma natural a las generaciones siguientes y no sólo a ellas, sino a todos los que probamos su comida, platicamos con ella o la vimos cocinar; ella nos dejó pequeñas enseñanzas que iban saliendo entre plática y plática o simplemente observándola hacer lo suyo.
En esta época, con sus dulces, mole, chocolate y sus tamales, hará más falta que nunca para sus clientes, amigos y seres queridos, seguramente en el mercado todos la extrañarán, pero siempre quedará el recuerdo de su alegría y de los grandes momentos que se dieron alrededor de la mesa gracias a ella.
Recuérdame
Puedes llorar porque se ha ido, o puedes
sonreír porque ha vivido.
Puedes cerrar los ojos
y rezar para que vuelva
o puedes abrirlos y ver todo lo que ha
dejado;
tu corazón puede estar vacío
porque no lo puedes ver,
o puede estar lleno del amor
que compartisteis.
Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el
vacío y dar la espalda,
o puedes hacer lo que a ella le gustaría:
sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.
-DAVID HARKINS-