Por: Elizabeth Castro
En noviembre de 2022, los encabezados de las noticias eran claros, por primera vez en 42 años de vida, la Sección XXII de la CNTE sería liderada por una mujer. Durante su toma de posesión Yenny Aracely Pérez Martínez advirtió que el movimiento estaba vivo y que en breve darían inicio las movilizaciones sindicales. No mintió.
Y aunque parecen historias de viejos tiempos, la Sección XXII ha salido a las calles a mostrar que, en efecto, el movimiento no ha cesado y el 15 de mayo al grito de «¡Cabecita de algodón, aquí está tu plantón!», se presentaron en Palacio Nacional para intentar irrumpir en la conferencia matutina del presidente.
Los que apoyaron a López Obrador en 2018 hoy se encuentran midiendo fuerzas con el gobierno morenista; y entre demandas y acusaciones han logrado establecer mesas de negociación con el gobierno estatal, la SEP, la Secretaría de Gobernación y la fracción de MORENA en la cámara de diputadas y diputados.
El primer acuerdo fue eliminar la propuesta que pretendía pasar la Dirección General de Educación Indígena Intercultural Bilingüe, al Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas; y pagar las becas pendientes de los jóvenes que participan en el programa de iniciación docente de localidades indígenas de la entidad; tras lo cual la secretaria de educación abandonó la reunión molestando a la representación sindical y contribuyendo a generar más tensiones entre los otrora aliados.
Por otro lado, en la capital oaxaqueña el gobierno estatal acusó un desfalco de 73 millones de pesos por parte del Sindicato y culpó al diputado federal Irán Santiago de incitar a las movilizaciones del magisterio; a la par las y los ciudadanos comenzaron a padecer los paros escalonados de la Sección, y la amenaza del paro indefinido mientras Andrés Manuel evita hablar del tema.
Porque una cosa es ser candidato, apoyarse en la CNTE y prometer acabar con “todo lo que se hizo mal” en sexenios anteriores, incluyendo la reforma educativa; y otra gobernar y darse cuenta de que cumplir con los compromisos requiere recursos y acuerdos que no siempre benefician a la ciudadanía.
La reforma educativa no era solo un invento neoliberal, sino una iniciativa que buscaba (entre otras cosas) mermar el poder sindical que se había convertido en un obstáculo para la mejora educativa y devolver al estado el control sobre la contratación del personal educativo, mismo que terminó de perderse en cuanto se optó por abrogar la reforma y entregar la SEP a la maestra Delfina Gómez.
Pero las acciones de López Obrador no lograron satisfacer al movimiento magisterial y por ello las nuevas exigencias de la Sección XXII no se limitan derechos laborales y mejoras salariales, sino que buscan impulsar nuevas formas de educar en un estado diverso, pluricultural, empobrecido y corroído por la corrupción, donde miles de personas no tienen acceso a educación de calidad.
Y aunque se nieguen a reconocerlo, el movimiento magisterial es parte del problema, su negativa a la evaluación, la mejora y la capacitación, así como la corrupción que impera en el sector educativo evita que la sociedad tome en serio sus propuestas y que estas sean escuchadas. Sin embargo, en las últimas semanas la Sección XXII ha hecho lo que pocos se han atrevido a hacer en este sexenio, plantarle cara al presidente y recordarle que la cuarta transformación no ha logrado sacar a los pueblos del abandono y la precariedad, que la educación sigue secuestrada y que los apoyos no resuelven los problemas de fondo.
Los aliados son -de momento- enemigos, pero aún falta ver si la nueva dirigencia magisterial hace honor a su historia y se enfrenta con el poder, o pacientemente dobla las manos ante los ofrecimientos. Mientras tanto nos toca ser pacientes, porque la sección tiene muy clara su ruta “movilización, negociación, movilización.”