Aparente calma

Por: Elizabeth Castro 

El crimen organizado es un tema que nos estruja las entrañas, nos hace crujir los huesos y encoger nuestro cuerpo ante el miedo. A donde llega destruye todo, se infiltra entre la autoridad, se adueña de las calles y poco a poco de nuestras vidas.

Nos hacen pequeños, pequeñas, su poder se sustenta en la violencia, el miedo se convierte en un medio para controlarnos, para mermar nuestra esperanza. ¿Y luego? Nada, la impunidad, la omisión, la injusticia, el miedo de los policías, la corrupción, ese cáncer que no se extingue y nos expone una y otra y otra vez ante los caprichos de unos cuantos. 

Hasta hace algunos años, nos gustaba pensar que en Oaxaca esas cosas no pasaban, y que si sucedían jamás lo harían al nivel que en las zonas más calientes del país; crecimos creyendo que los narcos y las ejecuciones eran cosa del norte de México. Ni hablar del lavado de dinero, o del narco financiando campañas. Pero un día la realidad nos alcanzó. 

Primero fueron los decapitados, los encajuelados, los líderes de organizaciones, los videos sangrientos, los enfrentamientos, después las sospechas del dinero, los narcomenudistas que ya no hacían el intento de ocultarse, los negocios fachada que no querían disimular, las ejecuciones a plena luz del día, los secuestros, las motocicletas en que se trasladan los sicarios, los fiscales que no han sabido qué hacer y una policía que es incapaz de combatir el crimen.

Ahora, tras el asesinato de Francisco Jaramillo (operador del CJNG) en una población que está a 20 minutos del centro de la ciudad, el secretario de seguridad pública de Oaxaca solo pudo decir que “como bien pasa en otros estados, hacen asentimientos en lugares de paz, se vienen a vivir a lugares de paz, sus lugares de operación están en otros estados que es Guerrero, se asentó en lo que es aquí la comunidad del estado de Oaxaca, vinieron grupos contrarios y lo vinieron aquí a ejecutar.”

Al parecer al secretario le gusta creer que aquí no pasa nada, y que la decena de ejecutados en el último fin de semana de agosto es algo que no debe preocuparnos, porque “estamos en paz”. Sin embargo, olvidó mencionar fue que no hay detenidos, además, no pensó en que las ejecuciones también pueden generar daños colaterales, balas perdidas y la intromisión de nuevas células criminales ante la ausencia de autoridad. 

La presencia del CJNG en Oaxaca, no sorprende, lo sorprendente es que aún hay quienes creen que esto es un complot contra Salomón Jara, o peor aún, que son mentiras de los “adversarios “de la 4T, cuando la realidad es que la existencia del crimen organizado en la entidad es un problema que data de hace muchos años. Pero si como sus antecesores, el gobernador ignora el problema en vez de enfrentarlo; o peor aún, trata de replicar la estrategia de “abrazos, no balazos” de Andrés Manuel… podemos irnos despidiendo de la aparente calma. 

Esperemos que a alguien se le ocurra una estrategia de seguridad que se ocupe del presente para mejorar el futuro; de lo contrario el sexenio se convertirá en una cantaleta interminable sobre como los datos y la percepción ciudadana respecto a la inseguridad en Oaxaca, son mentiras y estrategias para desestabilizar a Jara.

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