Por Elizabeth castro. Durante los últimos meses Andrés Manuel López Obrador se ha dedicado a demeritar el trabajo de los organismos autónomos en México, el INAI, la COFECE, el INE y ahora, se ha enfrentado a la Auditoría Superior de la Federación que es el “órgano técnico especializado de la Cámara de Diputados, dotado de autonomía técnica y de gestión, encargado de fiscalizar el uso de los recursos públicos federales en los tres Poderes de la Unión”.
En un atentado contra la credibilidad de la ASF, el presidente ha desdeñado parte de los resultados presentados en el mes de febrero por la auditoría; de acuerdo con el informe de la ASF, la cancelación del Nuevo Aeropuerto tuvo un costo 232% mayor a lo previsto por el gobierno al ascender a 331 mil 996 millones 517.6 mil pesos, cifra que de acuerdo con el órgano fiscalizador podría incrementarse. Estos datos no fueron del agrado del presidente, quien en su conferencia matutina dijo “exageran y no sólo eso, están mal sus datos, yo tengo otros datos.”
Acostumbrado a generar polémica y atacar a todo aquel que cuestione el actuar del gobierno actual, Obrador arremetió contra la ASF y esta, emitió un comunicado donde declaró que existían “inconsistencias en la cuantificación realizada en el marco de la auditoría, por lo cual su contenido está siendo objeto de una revisión exhaustiva, en particular en relación con la metodología utilizada para determinar el costo de cancelación del Proyecto del Aeropuerto de Texcoco”
La acción de la ASF puso en tela de juicio la autonomía y la capacidad del ente fiscalizador, lo cual nos ha llevado a pensar que el centralismo y el “gobierno del yo”, cada día se abre más camino en medio de las instituciones y organismos que tienen como función actuar como contrapesos al poder político.
El problema va más allá de la auditoría, en un país donde la lucha por la autonomía, la transparencia y la rendición de cuentas es una acción inacabada, la derrota de un órgano autónomo puede ser la antesala de algo más grave. La autonomía es una conquista ciudadana, el INA, el INE y la ASF existen como entes separados del gobierno en turno cuya primera aspiración es proveer a la ciudadanía de mecanismos que le permitan participar de la vida política y obligar a los gobiernos ser transparentes y rendir cuentas a la sociedad; no son enemigos, sino salvaguardas de derechos.
Si en este primer enfrentamiento, Andrés Manuel ha resultado ganador sin presentar datos que contradigan los de la auditoría y esta, se ha visto obligada a revisar sus hallazgos; cabe preguntarse si la ASF en realidad cometió un error o fue presa de la presión política.
Hasta que el órgano presente su revisión nada podrá aclararse y mientras tanto, ¿cómo podremos confiar en los hallazgos de la auditoría? peor aún ¿qué nos espera?, ¿quién va a observar el actuar del gobierno?, ¿quién supervisará el ejercicio del gasto público de una administración que ha recibido diversas observaciones respecto a las erogaciones que realiza para sus programas sociales?, ¿quién fiscalizará el dinero que las y los mexicanos proveen?
La autonomía no es un asunto menor, es parte intrínseca de la democracia mexicana y, si el presidente en turno atenta contra ella, alguien debe defenderla, porque sin organismos autónomos, la democracia no existe, aunque Andrés opine lo contrario.