Por: Romina Silva y Roberto Villagrán
En las últimas semanas se ha hablado mucho sobre el impacto ambiental que provoca el uso de las inteligencias artificiales (IA). Esta ola de preocupación ha sido impulsada principalmente por tendencias virales en redes sociales, en las que miles de usuarios generan imágenes con estilos caricaturescos, versiones personalizadas de figuras coleccionables o retratos de sus mascotas convertidas en humanos ¡Todo esto puede ser creado por IA en cuestión de segundos!
La rapidez y eficacia de estas herramientas, parece casi mágica, lo que lleva a muchas personas a adoptarlas como aliadas cotidianas capaces de resolver casi cualquier necesidad. Sin embargo, ¿cuál es el costo ambiental real de las inteligencias artificiales?
Para empezar, es importante saber que las IA funcionan gracias a enormes centros de datos compuestos por servidores, los cuales almacenan y procesan grandes cantidades de información. La construcción de estos servidores requiere una considerable cantidad de materiales, como el litio, cuya extracción y procesamiento generan impactos ambientales significativos.
Además, cuando estos servidores están en operación, consumen grandes cantidades de energía y, debido a la alta demanda, se sobrecalientan; algo similar a lo que ocurre con un celular o una laptop, pero a una escala mucho mayor. Para enfriarlos, se utilizan millones de litros de agua, lo que ha dado pie a titulares virales que afirman que «una imagen generada por IA gasta litros de agua». Aunque esta afirmación puede sonar exagerada, está basada en estudios reales que han estimado el consumo hídrico de los centros de datos que alimentan estos modelos.
Por si fuera poco, al impacto ambiental se suma otra preocupación: el uso de obras artísticas sin consentimiento para entrenar a estas inteligencias. Muchos artistas denuncian que sus trabajos han sido utilizados para alimentar a los algoritmos sin crédito ni compensación alguna. Esto no sólo representa un problema ético, sino también una amenaza al valor del arte y el esfuerzo humano.
No obstante, no todo es negativo. La inteligencia artificial también se ha convertido en una herramienta valiosa para impulsar investigaciones científicas y soluciones innovadoras en favor de la sustentabilidad. Por ello, es necesario tener una visión equilibrada: reconocer sus beneficios, pero también ser conscientes de sus impactos negativos.
Y, sobre todo, evitar caer en la doble moral. La IA no es la única tecnología que deja huella en el medio ambiente: los servicios de streaming como Netflix o Spotify, nuestras redes sociales y hasta los correos electrónicos también contribuyen a la huella digital global.
La clave está en el uso responsable. Valoremos el trabajo de artistas, utilicemos las nuevas tecnologías con criterio y fomentemos una cultura digital más ética y sustentable. No podemos escapar de este mundo tecnológico, pero sí podemos elegir cómo habitamos en él.
@romissilva
@robertovitoo
