Psic. Rosa Ma. Ortíz Prado
Los seres humanos nacemos y traemos con nosotros una gran cantidad de herramientas de vida que, en teoría, deberían servirnos para vivir de la mejor manera; sin embargo, a veces se nos dificulta mucho; sobre todo, en aquellos aspectos que encierran las grandes incógnitas de nuestra existencia como el dolor emocional, una de las situaciones que conjunta una gran variedad de emociones que van a dar forma a lo que llamamos dolor emocional y, sabemos que las regiones cerebrales que responden al dolor físico, son las mismas que responden al dolor emocional; conocemos también que, el dolor emocional y físico, son un proceso subjetivo que cada uno de nosotros vive de manera diferente, es una vivencia única y personal.
Podemos dar múltiples respuestas a él, desde fingir que no existe, hasta transformarlo en otras emociones que, a nuestro criterio, nos hacen menos débiles como el enojo, la ira o la indiferencia.
Sin embargo, el dolor emocional no resuelto, puede complicarse y volverse, incluso, una enfermedad física crónica.
¿Qué podemos hacer entonces cuando estamos viviendo un gran dolor emocional que sentimos que nos atraviesa o que nos impide un funcional sano vivir?
- Reconocerlo: reconocer lo que nos pasa, es el primer paso para empezar a resolver. Pararnos en una realidad que quizá no es la que quisiéramos vivir pero, es la nuestra en este momento de nuestra existencia.
- Tratarnos bien a nosotros mismos: a veces, los niveles de auto exigencia son muy altos o, el miedo al “que dirán” para que no nos vean débiles, es algo frecuente. Los seres humanos no nos volvemos débiles por estar sufrientes y, aceptar el dolor presente, respirarlo y dejarlo ir, puede resultar preventivo para un síndrome de ansiedad o de estrés post traumático.
- Pedir apoyo: a veces en reacciones sustentadas en el ego, nos cuesta trabajo pedir compañía o abrazos, apoyo moral o simplemente, el acompañamiento silencioso de aquellos seres importantes en nuestra afectividad.
- Ser honesto y saber pedir: poder expresarnos y hablar de cómo nos sentimos, agradecer la presencia y la compañía; señalar cuando pensamos que, es mejor estar acompañados que quedarnos completamente solos; y, solicitar aquello que nos ayude a sentirnos un poco mejor.
- Aceptación de cómo son los demás: también podemos enfrentar la incomprensión de la gente que puede vernos como débiles o intranquilos por estar manifestando lo que sentimos, cuando, frecuentemente, un ser humano congruente expresa la emoción que en ese momento requiere manifestarse. Hay gente profundamente empática que su inteligencia emocional está desarrollada pero, existe otra, a la que le cuesta entender el mundo desde nuestra visión y a quien le costará trabajo apoyarnos. Esos seres humanos podrían alejarse y eso no es rechazo, simplemente, no saben cómo
- Tiempo: cuando el tiempo va haciendo su trabajo de poner las cosas en su lugar, nos brinda momentos de reflexión que contribuyen a que el panorama de la continuidad de la vida sigue ahí, que todos podemos experimentar dolores sumamente fuertes, pero que estamos hechos para superarlos y continuar avanzando en nuestra propia evolución.
- Ayuda profesional: acudir con un psicólogo o tanatólogo puede resultar sumamente útil cuando no hemos podido solos o con nuestra red de apoyo social; el especialista, mediante técnicas, nos ayudará a ir resolviendo la dificultad extrema del momento ya que no podemos evitar el dolor como parte de la existencia, pero sí podemos evitar que el dolor se vuelva sufrimiento crónico o duelo congelado, cuando no podemos reconocer que contamos con las herramientas que nos permiten encontrar alternativas en donde antes sólo veíamos
Espero que esto te sirva como guía o acompañamiento si un día necesitas lidiar con un dolor emocional. Agradezco como siempre poder compartir con ustedes este espacio.