Dra. Rosa María Ortiz Prado
En la actualidad, el Trastorno Límite de la Personalidad es más conocido, además de que su frecuencia se ha incrementado. Desde el siglo XIX, fue notorio que algunos pacientes no encajaban en lo que se conocía como locura, ya que actuaban de manera normal como cualquier persona, pero en momentos sus emociones eran intensas y sus impulsos mal o bajamente controlados.
Esto descontrolaba a los médicos, y al intentar categorizarlos, los ubicaron dentro de lo que fue llamada locura parcial, o monomanía, del griego «mono» (uno) y «mania» (locura), suponiendo que tenían lesionada un área mental.
Posteriormente, Cowles Pichard los definió con el término «Insanía Moral», porque eran pacientes que no encajaban en los términos clínicos de ese entonces, ya que carecían de delirios y alucinaciones, pero presentaban conductas muy intensas y a menudo descontroladas, siendo cognitivamente funcionales. Por lo tanto, se les llamó «locos morales».
En 1884, Hughes habló de las Insanias Borderline, describiendo a personas que se encontraban en el límite entre la normalidad y la locura. A inicios del siglo XX, el psicoanálisis empezó a señalar que eran el resultado de conflictos de la infancia no resueltos. Posteriormente, Otto Kernberg los nombró como «Pacientes con nivel limítrofe entre la neurosis y la psicosis», con una identidad difusa, defensas muy primitivas y con un control de impulsos precarios, siendo profundamente inestables y emocionalmente incongruentes en sus relaciones interpersonales.
La psicología y la psiquiatría siguieron desarrollándose y buscando nuevas formas de ver científicamente la difícil y compleja relación entre conducta, personalidad y enfermedad mental, pese a que la conducta y la enfermedad emocional se han soslayado en la salud pública.
Posteriormente, se le estandariza con su inclusión como entidad patológica en el DSM-III, a nivel internacional. En este tiempo histórico, se han desarrollado estrategias para que estos pacientes estén mejor informados respecto a lo que les sucede y a lo que pueden hacer mediante la psicoterapia para alcanzar una vida más funcional. Lográndose que, en la actualidad, existan múltiples enfoques para gestionar mejor su emotividad, pudiendo tener un mejor control de impulsos, una mejor gestión emocional y un acceso a una vida más digna y funcional.
Es un trastorno genético que, si nos ha tocado tenerlo a nosotros mismos, a nuestra pareja, a un hijo o a algún miembro de nuestra familia, tenemos la posibilidad juntos de una vida lo más próxima a la normalidad funcional. En lugar de esperar que ocurra una solución mágica, podemos asumir nuestra vida con atención especializada, y de esta manera alcanzar las metas que nos tracemos para una digna vida humana. Recordemos que para ser diagnosticados debemos tener más de 18 años para no errar en el diagnóstico o en la percepción que tengamos de nosotros, y que con frecuencia el apoyo psicoterapéutico es la mejor decisión que podemos tomar en nuestra vida.
Vivir mejor es un legítimo anhelo. G racias por leerme.
Lic. en Psicología Clínica y Maestra en Neurociencias.
Rosa María Ortiz Prado.
