Por: Roberto Villagrán Torres
Hace más de 500,000 años, fuertes erupciones hacían surgir a lo que hoy es uno de los volcanes más peligrosos del mundo. Ahora, sus laderas resguardan como un tesoro a hectáreas de bosques y pastizales donde habitan coyotes, linces, víboras de cascabel, ajolotes, lechuzas y murciélagos. El volcán Popocatépetl es parte del Eje Neovolcánico Transversal, una franja montañosa que agrupa a los volcanes más altos de México y que divide al país en la zona central.
Es uno de los sitios con más especies de pinos en el mundo y, junto con los encinos y oyameles, generan en las raíces una interacción a nivel celular con una inmensa diversidad de especies de hongos, entre los que se comparten nutrientes necesarios para sobrevivir. La diversidad biológica de la región ha interactuado con las poblaciones humanas desde hace milenios; han desarrollado tradiciones y conocimientos tradicionales indígenas que se centran en medicina, consumo e ingeniería a partir de hongos y plantas.
Por otro lado, este ecosistema mantiene ríos, arroyos, recursos naturales y nutrientes indispensables para las dos metrópolis que lo rodean, la Ciudad de México y la Ciudad de Puebla; sin embargo, aquí radica el riesgo. Cerca de nueve millones de personas podrían ser afectadas por una erupción, pero el riesgo está permanentemente en aumento por el crecimiento de la población. Sólo en las faldas del volcán Popocatépetl y de su fiel compañera, la Mujer dormida Iztaccíhuatl, la población de las comunidades ha aumentado 40% en 15 años.
Pese a la importancia de este volcán, año tras año, los incendios y la deforestación generada por el crecimiento poblacional y la siembra, han aniquilado la biodiversidad del Popocatépetl. El cambio climático amenaza a los glaciares permanentes y temporales que soportan el ciclo del agua generado por el volcán. La tala ilegal, la caza y las plagas, son otras presiones para el ecosistema que lo habita.
El ecoturismo, que poco de ecológico tiene, ha sido otro gran problema debido a la cantidad de basura que se deja en el volcán al hacer caminatas, ascensos y descensos. Ha sido muy desagradable encontrar bolsas de basura llenas en la cima, sin embargo, motiva observar como algunos de los turistas bajan la basura que otros dejaron. Ellos también han notado la degradación del ecosistema y la poca caída de nieve que aparece en los últimos años.
El panorama es desalentador en general. Sin embargo, aún estamos a tiempo de proteger al volcán. Las nuevas generaciones y tendencias han hecho un esfuerzo por proteger su futuro y han enfocado sus esfuerzos en proyectos de desarrollo sustentable incluyendo la participación de las comunidades originarias aledañas para aprender sobre el manejo sustentable que se le da a la biodiversidad de la región.
Para conocer más, visita la bibliografía de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas.
