Manipular es intervenir con medios hábiles para distorsionar la realidad. Manipulamos en la realidad social y en la realidad personal, ahí es donde distorsionamos. Podemos ser una buena persona, bonita, capaz e inteligente y vernos a nosotros mismos desagradables, torpes, feos, inútiles y, otra gente negativa, hostil, desagradable, rechazante, puede verse a sí misma como eficiente, inteligente, buena, etc. pero, tanto el ser humano que se sobrevalora como el que no se valora, puede aprender a vivir su percepción de otra manera, humanizándose y poniéndose en el lugar del otro, con empatía y sin manipular, ya que la realidad será siempre subjetiva pues cada uno de nosotros ve una fracción de la misma realidad.
Los puntos débiles de nuestra autoestima son los agujeros por donde penetra el manipulador, utilizando medios hábiles, a veces, imperceptibles para servirse de nosotros, utilizándonos y sacando un provecho personal, que le brinde estatus, dinero, sexo, prestigio, etc. o que le complemente su trabajo o necesidades emocionales de cualquier orden.
El manipulador lo logra, distorsionando la realidad de los seres humanos que lo rodean, volviéndose indispensable o necesario en apariencia, generando relaciones dependientes, controladas. Nadie es indispensable en la vida de nadie, aunque pueda parecer un poco duro o hasta cruel, ni siquiera los padres; por ejemplo, todos nosotros sabemos de niños muy pequeños que sobrevivieron quedando huérfanos o abandonados a una edad temprana; sin embargo, todos necesitamos de todos, aunque no seamos indispensables con la gente que amamos y con la que no amamos.
El manipulador crea, en la mente influenciable del otro, la creencia de que él o ella es muy importante para su vida pero, para el manipulador, su víctima es totalmente remplazable, sustituible, por eso salta de una manipulación a otra como forma de vida.
Quizá hemos escuchado alguna vez frases como las siguientes: “cuando tú quieras te puedes ir, nadie te esta deteniendo”, “ te despediré si me fallas”, “cuídame o me perderás”, “cuántas quisieran estar en tu lugar”, “ si me quisieras harías tal cosa”, “ claro, como no te importo”, “una buena madre no haría lo que tú haces” etc.
Si leemos con atención, son relaciones donde el poder está desequilibrado ya que, en toda relación humana hay poder, pero éste debe coexistir en equilibrio.
La manipulación está basada en el concepto de LA GRAN MENTIRA; por ejemplo: “seremos felices para siempre”, “conmigo tendrás una vida completa”, “conmigo tendrás la proyección que tú quieras”, “te haré famoso”, “conmigo lograrás tu proyecto”, “cambiaré y seré como tú quieras” o “nadie te amará como yo”.
La manipulación perfecta es cuando y donde el manipulador tiene las dos cartas, yo te doy, yo te quito, jugando desequilibradamente ambas posiciones. Yo te doy amor, trabajo, sexo, éxito, poder, dinero, posición y ¡yo te lo quito!
Frecuentemente, la víctima no ve los mecanismos con los que es manipulado, el famoso chantaje emocional y, para darnos cuenta, es necesario tener una fuerte y saludable autoestima, abriéndonos de esta manera, ante nuestros ojos, un abanico de posibilidades distintas.
El manipulador utiliza nuestros miedos, complejos, inseguridades, necesidades emocionales, económicas, sociales y/o familiares para establecer el llamado “contrato silencioso”, aquello de lo que no se habla pero se vive; los acuerdos tácitos que desequilibran fuertemente cualquier relación.
En el “contrato silencioso” no se vale negociar, cuestionar, preguntar ni reencuadrar metas, sólo una parte ejerce el poder y la víctima vive de manera incompleta, sintiéndose herido, rechazado, no tomado en cuenta, deprimido, débil, usado y/o frágil; son juegos muy peligrosos para una vida funcional y estable.
Recordemos, el manipulador está buscando poder y saciando sus intereses; la solución está en nuestras manos, la respuesta está en una autoestima, autoimagen y autoconcepto fuerte, saludable y armónico a través de un proceso de conciencia de vida, de reflexión, de encontrar el sentido de nuestra existencia; el enorme valor que nos otorgó la creación a todos los seres humanos por igual. Convivamos teniendo como base existencial, la carta magna de los derechos humanos.