Por: Alejandro Silva Espejo
Junio es el Mes del Orgullo, es cuando las personas homosexuales, lesbianas, bisexuales, transgénero y otras personas que no son heterosexuales celebran con una variedad de eventos que incluyen activismo, desfiles y conciertos. Al igual que con cualquier celebración popular, las corporaciones y las marcas se han involucrado, creando ofertas especiales y productos de lanzamiento limitado para satisfacer el entusiasmo. Sin embargo, no todos están felices con este desarrollo.
¿Necesitamos que todas las empresas que venden abrebotellas de arcoíris sean también una organización activista por los derechos de la comunidad? Sin duda, las empresas de productos de consumo pueden reconocer una fiesta popular y proporcionar a los clientes los artículos que utilizan para celebrarla sin esperar que lideren el desfile.
La preocupación de que el comercialismo diluya la identidad LGBT+, recuerda las preocupaciones que muchos cristianos han expresado durante algún tiempo sobre la comercialización de la Navidad. Cuando la Navidad se convierte en una oportunidad para que un Santa Claus animado a computadora nos venda Coca-Cola, se nos advierte que podemos olvidarnos de celebrar la alegría de la encarnación del Señor. Mi respuesta es que hay muchas horas en el día, y el excedente del consumidor, no tiene por qué desplazar a la piedad y nuestros verdaderos sentimientos hacia dicha celebración.
Lo mismo ocurre con el Mes del Orgullo; la mercancía de la conciencia LGBT+ podría estar en las tiendas «sólo» para que las empresas que la venden puedan ganar dinero.
Una de las grandes ventajas de la cultura del consumo es que se obtienen beneficios al satisfacer las necesidades de los consumidores, independientemente de si el comprador y el vendedor se conocen o se gustan. Es precisamente la naturaleza impersonal de la transacción lo que nos facilita a todos, adquirir las necesidades (y los lujos) de la vida sin tener que interrogar la conciencia de cada dueño de tienda, vendedor y vendedor de mercadería.
Luchar y pensar por un cambio real. Ser gay sigue siendo ilegal en, al menos, 70 países en todo el mundo. Las marcas pueden ser un faro de esperanza en esos mercados, lanzando campañas que promuevan la aceptación. En 2017, Absolut Vodka creó una campaña llamada 72 besos que animaba a esos países a legalizar las relaciones entre personas del mismo sexo. La campaña presentó fotos de parejas besándose para celebrar el derecho de las personas a amar a quien elijan. Mostrar apoyo LGBTQ+ en lugares donde puede estar prohibido, puede inspirar a otras empresas a ser más valientes el próximo año y el siguiente.
Un mensaje auténtico que apoye a la comunidad también puede ayudar a sentar las bases para el cambio. Recuerda que la lucha por la igualdad no es un momento de una vez al año. Las marcas tienen una notable capacidad para influir en la opinión pública y deben comprometerse a usar ese poder para crear un mundo más correcto, equitativo y justo para todos.