Pérdida de empleo, un duelo

Por: Lic. Carime Kuri Fierros. Estamos viviendo momentos muy complicados y cambiantes a consecuencia del virus Covid-19, una pandemia que nos esta sorprendiendo por su duración y magnitud, confrontándonos con muchas pérdidas. Este artículo surge ante la necesidad de comprender, enfrentar y transitar los duelos que estamos experimentando. En artículos anteriores, he aclarado que la palabra “Duelo”, no necesariamente se utiliza para referirnos a la pérdida física de un ser amado o de la mascota que forma parte de la familia.

En estos meses de confinamiento, la forma de trabajar sufrió cambios, desde llevar la oficina a casa pasando por una cuarentena obligada, hasta el cierre del propio negocio.

Pérdida del trabajo temporal. Surge el “home office”, permitiendo desde la casa, mantener la actividad laboral. En el artículo anterior, hablé sobre esta modalidad y sus implicaciones, ahora me refiero a los casos donde dueños o empleados, debido a su actividad, no pueden llevar el trabajo a casa y se ven obligados a cumplir con un periodo de cuarentena para evitar un contagio dentro del espacio laboral, sólo como una medida preventiva. El empleo está asegurado quizá tan sólo con negociar el salario en la medida que la situación crítica pase.

En este caso, se puede hablar de “vacaciones obligadas” que, dentro del esquema de preocupación, es la oportunidad de tener tiempo para valorar a la pareja o a la familia, involucrándose de lleno en sus necesidades afectivas, comentando inquietudes, dudas, deseos, planes y proyectos; hacer un calendario para organizar labores internas como arreglar, limpiar y escombrar el hogar y /o el negocio, incluso, pintar y componer los desperfectos que por meses o hasta años, no se han podido atender. Esta pérdida aparente, trae consigo más bien, “tiempo de calidad y productividad”, que bien administrado y valorado, termina por ser un regalo más de vida que de pérdida y duelo.

Pérdida total del trabajo. Si se labora en una empresa y ésta cierra, es una pérdida inesperada para el empleado y representa la fractura del gasto familiar, generando miedo y angustia ante la incertidumbre de volver a encontrar otro empleo y ser contratado inmediatamente.

En esta situación se vive un “Duelo oculto”, porque toda la atención está en “ocuparse” no en “preocuparse”; es decir, en salir adelante con lo que se tiene, sea su último salario o con algún ahorro; la alerta está encendida y todo el sistema de sobrevivencia se activa, esto impide hasta cierto punto y dependiendo de la percepción y de los detalles de la situación, la posibilidad de caer en depresión profunda o dejarse derrotar totalmente porque la necesidad de cubrir el día a día es como un motor, que muy probablemente se impulsa por el enojo, la incertidumbre, el miedo, el estrés, la angustia y la ansiedad.

El duelo puede confundirse con un trago amargo, una mala racha y pasar de largo.

Una vez encontrada la manera de volver a la actividad, ya sea encontrando empleo o iniciando un pequeño negocio familiar o una sociedad, es posible que al relajar esa tensión se manifieste más adelante algún malestar físico que termine por liberar esas emociones contenidas.

Si es un negocio propio el que se ve obligado a un cierre permanente ante la incapacidad para solventar los muchos compromisos adquiridos desde su apertura como pago de renta, salarios, impuestos, luz, teléfono, cuotas, créditos, mercancía, gasolina, seguro social, etc., etc., estamos hablando de un “Duelo inminente”, generado por la pérdida total del patrimonio que, en muchos casos, es el legado que se construyó para los hijos. Se altera terriblemente la economía familiar, se retrasa el calendario de pagos, quizás surja una mudanza inesperada y tal vez se mal vendan cosas para solventar algunos gastos como liquidar empleados o abonar a deudas.

Posiblemente se tomen decisiones violentas o surjan discusiones por intereses entendidos que terminan por complicar aún más la situación, lazos familiares que se fracturan e incluso, lazos laborales que se rompen. La estabilidad, la seguridad y el bien estar, caminan en la cuerda floja. Las emociones posiblemente estén a flor de piel, el futuro inmediato es incierto y el nuevo comienzo, tal vez no se logra ver.

En este esquema, la ayuda de un profesional, seguramente pueda aportar ese apoyo emocional que los involucrados necesitan para entender que es un trago amargo, pero no es el fin, apoyados con terapias alternativas, el manejo del estrés y la ansiedad, podrán ser sobrellevados hasta el punto de erradicarlos.

Si bien, el camino se ve sinuoso, es sabido que de las crisis siempre surgen nuevas y mejores soluciones. Muy probablemente no se entenderá inmediatamente el sentido positivo de tal pérdida, pero si hay un sólido acompañamiento durante el duelo, todo podrá ser más llevadero e incluso, se puede en el futuro, agradecer la crisis por las mejoras que de ella surgieron. El apoyo familiar es aún más importante y la unión, sin lugar a duda, será la mejor estrategia para salir más fortalecido del duelo.

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