Por: Dra. Rosa María Ortiz Prado
Vivimos en el siglo XXl y las nuevas tecnologías vinieron a renovar los medios de comunicación, convirtiéndolos en algo rápido y accesible, pasando a ser una de las herramientas más utilizadas por todos.
La necesidad de comunicarse a distancia, llamar, mandar un mensaje, poner una alarma, se ha convertido en una forma básica de comunicación; sin embargo, surge una contraparte, la Nomofobia, ansiedad ante la posibilidad de quedarnos sin celular, sin ver alguna notificación, mensaje, chat, redes sociales, aplicaciones o juegos, es decir, surge cuando el evento de quedarnos sin celular, tableta, etc., genera ansiedad, estrés y tensión interna.
La conducta también puede relacionarse con revisar muchas veces el celular, aunque no exista ningún mensaje, incluso puede detonarse con el hecho de no tener batería o estar en un lugar sin redes, wifi o falta de señal, dando lugar a estrés, aprehensión, irritabilidad, enojo, y reacciones impulsivas. El vocablo proviene de la expresión inglesa “no mobile phone phobia” o Nomofobia; y como toda fobia, genera miedo, en este caso, a estar incomunicado, sin internet.
Incluso existen personas a las que se les dificulta hablar con seres humanos en contextos sociales o no saben entablar una conversación cara a cara con alguien y transforman su personalidad cuando están detrás de un celular o pantalla. Se presenta más frecuentemente en púberes y adolescentes, pero también en adultos, no sólo con el celular, sino también con tabletas, iPad, laptop y consolas de juegos.
Mediante el celular o cualquiera de los otros aditamentos actuales de comunicación, estas personas se manifiestan, entablan relaciones, manifiestan emociones y se expresan en diferentes situaciones que en la vida real no pueden. Los síntomas son: ansiedad, taquicardia, pensamientos obsesivos, inestabilidad, irritabilidad, dificultad para concentrarse, afectación del rendimiento académico o laboral, dolor de cabeza, dolor de estómago, insomnio.
Se afecta de manera importante la vida diaria, la escuela, el trabajo y la relación con la familia; el rendimiento social puede disminuir de manera considerable y provocar aislamiento voluntario del resto de la familia para estar en su habitación conectado a las redes sociales.
Entre las causas se encuentran problemas de autoestima o autoconfianza, déficits para socializar, dificultad en la solución de problemas y bajo control de impulsos, pudiendo afectar de manera seria, la personalidad en formación, ya que la autoestima, el autoconcepto y la autoimagen, son los pilares de una sana personalidad y cuando alguno de ellos se trastoca, puede darse un quiebre en esa consolidación. Para resolverlo puede ser necesario la intervención de un profesional en tema de adicciones o de fobias, con el fin de establecer un correcto diagnóstico y determinar el tratamiento adecuado.