Por: Carime Kuri fierros
Si nos abriéramos a la posibilidad de que estamos en la matrix y cada uno tiene su propio tablero para llevar a cabo el juego que se eligió con antelación, muy probablemente estaríamos en verdad disfrutando del juego, llamado vida.
Nadie ni nada es casualidad. Cada persona, cada situación y cada emoción son parte del tablero que nos invita a crecer en cada movimiento que realizamos dentro de la partida. No se trata de ganar o de perder, sino de recordar quiénes somos realmente en lo profundo. Es muy importante comprender que lo que consideramos un “error”, es en realidad una jugada maestra para despertar la conciencia.
El cuerpo y la mente son las piezas que se mueven dentro del tablero que se encuentra en el interior de cada uno y es el alma quién realmente juega. Entendamos que el alma no se rige ni está atrapada en el tiempo, ni en circunstancias o situaciones, ella observa, experimenta y aprende con una paciencia infinita, si logramos esta alineación, veremos como el juego o la vida misma fluye con sentido y ligereza.
El creador o los creadores del juego se encargaron de poner trampas o distractores, como los recuerdos del pasado y las grandes expectativas de un futuro que nunca llega porque siempre deberíamos de estar en el presente, porque las tiradas o jugadas verdaderas siempre ocurren en el ahora. Estar realmente en el presente nos conecta con la eternidad y nos da la claridad para movernos sin miedo en el tablero.
Más allá de la aparente competencia o lucha, el “juego” esta sostenido por el amor, incluso en los momentos más difíciles, nos aparecen recordatorios que somos una expresión de la misma fuente luminosa. Cada paso hacia el amor es un avance significativo en el juego.
El objetivo no es acumular puntos materiales ni reconocimientos, sino movernos, salirnos del dolor lo más rápido posible utilizando la luz interna que es la conexión con la fuente y el amor. Al transformar ese dolor en fortaleza, el miedo en confianza y la soledad en unidad, entonces logramos “ganar” una partida.
Perdemos partidas por así decirlo (no olvidemos que no se pierde ni se gana, sólo se juega) cuando nos detenemos en el dolor, por meses, años, décadas; es quedarnos “detenidos” en el casillero de la “víctima” dejando pasar así las oportunidades para avanzar, entretenidos, mirando ese pasado pesado y cargado, tanto que nubla el presente e idealiza un futuro por demás inexistente.
Los distractores como las emociones, sentimientos, recuerdos, percepciones, creencias, lealtades, tratados, proyectos, ideas, tradiciones, preceptos, normas, leyes, etc., etc., aparecen sin cesar en la mente como los mejores aleados para distraernos, evitando que avancemos disfrutando del juego.
Cada persona importante, inclusive las que pasan al lado sin ser vistas, tienen una razón de ser, son jugadores también que entran y salen de nuestro tablero con la finalidad de fortalecer nuestro avance, detenerlo o simplemente distraernos. Algunos son jugadores más conocedores del juego, otros novatos y unos menos conocedores de este. Podemos reflexionar sobre ello. Se lee absurdo, pero darse la oportunidad de transitar la vida con otra información, seguro nos libera y nos relaja más día a día, tirada tras tirada.







