¿Mamá? ¿Madre? ¿Má?… ¿Cómo lo decidimos?

 

Mayo: mes de la madre. ¿Cómo nos vemos a nosotras mismas? ¿Somos un concepto, un ideal, una realidad, un mito? Ser mamá en estos tiempos con tantos conflictos ideológicos, avances tecnológicos y comodidades, parece tarea fácil; sin embargo, en esta época precisamente, debiera ser una pensada gran decisión.

Vivimos una época de replanteamientos y miedos, en un mundo súper poblado y lleno de violencia donde, en el estar siempre ocupados, siempre ocupados, no nos damos el tiempo para hacer un alto y detenernos a reflexionar en muchos aspectos desconocidos de nosotras mismas, de nuestra psique, que están siempre en nosotras y que emergen cuando parimos y criamos un hijo. Y, aunque podemos entendernos madres en una función universal, también nos encontramos con la maternidad de nuestra propia individualidad, fuertemente emocional y a veces, contradictoria.

En ese espacio, vivirnos intensamente en un cuerpo dolorido, cansado y un bebé que demanda atención, estar frente a ese no saber qué hacer o cómo ser, descrito tras el “instinto materno” que a veces buscamos y no sabemos dónde está guardado. Mirarnos al espejo y no reconocer nuestro propio cuerpo, que ya no se parece a nosotras mismas, descubrir que la lactancia duele, y que también duele la crianza, sin poner en duda el amoroso vínculo que surge hacia nuestro hijo, que permanecerá fusionado emocionalmente a nosotras como cuando estaba en nuestro vientre.

O la depresión post parto que millones de mujeres experimentan, también es un trance doloroso y desconocido, y no me refiero a información, sino a emociones y sensaciones desconocidas para nosotras mismas. Un entorno de competencia y contaminación, de mucha información y poca comprensión.

¿A cuántas cosas diferentes se enfrentan las madres actuales?

Enfermedades nuevas, condiciones medioambientales diferentes, medicamentos, manejo, trabajo, tiempo recortado, guarderías, estancias maternales, cuidadoras para que nosotras podamos seguir produciendo, separaciones abruptas con el bebé, cuando aún ni él ni la madre han asimilado que ya están  separados, que ya no son uno.

Y podemos, como madres, tener la genuina intención de encontrarnos con nosotras mismas para poder encontrarnos con “él” o “ella” que nos espera. Muchas mujeres, con la maternidad, inician un camino de superación de ellas mismas; otras, sin embargo, inician un camino de desconocimiento, de miedo, de extrañeza, de angustia.

El bebé es un gran maestro dentro de ese pequeño cuerpo, porque nos muestra día a día lo profundamente ignorantes que somos de las enfermedades, de la lectura de sus emociones, de sus grandes necesidades que van más allá de lo puramente físico.

Requerimos madurar nosotras paralelamente a la maduración de nuestro hijo, es un proceso dual que se completa desde la polaridad. Sólo cada madre puede describir su experiencia, pero creo que vale la pena replantear para qué queremos un hijo: ¿Es el momento adecuado? ¿Nos lo exige la presión social? ¿Nos lo exige la familia? ¿Para no estar solas? ¿Por el qué dirán?

Somos mujeres capaces cognitiva y emocionalmente, con información y opciones de reflexión; decidamos con consciencia para poder vivir un satisfactorio día de la madre los 365 días del año.

Muchas gracias como siempre por leerme, por brindarme este espacio para reflexionar con ustedes.

 

Por Rosa Ma. Ortíz Prado

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