Las emociones humanas, esas todavía, grandes desconocidas

 

Últimamente hablamos mucho de las emociones, quizá es una época histórica en que la palabra emoción se ha tocado con más frecuencia, ya no es un tema tabú y las neurociencias han permitido que entendamos mucho más claramente su función en la vida humana y animal; así también, el acuñamiento del concepto de inteligencia emocional nos ha ayudado a clarificar algo que nos pertenece desde que el hombre es hombre sobre la faz de la tierra.

Y como dice Marina Castañeda: “Las emociones son el lubricante de la convivencia humana”, estamos acostumbrados a pensar en ellas como estados de ánimo que conciernen solamente a quien lo siente; sin embargo, no es de esta manera, ahora sabemos que las emociones no afectan únicamente al individuo sino a todas sus relaciones personales y sociales.

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Si bien es cierto que todos los seres humanos tenemos emociones, también es cierto que no todos los seres humanos las concientizamos de la misma manera, ahora sabemos que la manera en que vivimos nuestras emociones repercute en nuestra salud física y mental y tiene que ver con la manera en que las y los niños aprenden; tiene que ver con la manera en que nos integramos familiarmente, laboralmente, en el cómo convivimos en pareja, en el cómo vemos el mundo e incluso, en la manera en que tratamos a los animales y a la naturaleza.

Y siempre atrás de una decisión, habrá un conjunto de emociones que acompañan el proceso cognitivo de decidir. En este mundo globalizado, no sólo se ha globalizado la industria o la economía, sino también la manera de ver la emoción o emociones humanas.

En las diferentes culturas existentes en el globo terráqueo, las emociones se perciben de diferente manera y son expresadas física y lingüísticamente de manera diferente incluso, la sensibilidad es construida culturalmente de manera distinta en los diferentes países y en las diferentes etnias; por eso se dice que los latinos somos apasionados, que el mexicano es fiestero y bailador, que el inglés es frío y distante, que la madre mexicana es abnegada y sufrida; se dice que la música africana es sensual y erótica, que los esquimales comparten a sus mujeres en un gesto de amistad, que los franceses son humanitarios y así, a lo largo de la historia de las culturas, vemos las emociones enlazadas en el intento de comprensión de los diferentes esquemas que coexisten en este mundo globalizado.

Otro punto importante que actualmente observamos, es la diferencia entre la vida afectiva de los hombres y la vida afectiva en las mujeres en las diferentes culturas; la educación de los niños desde muy pequeños es diferente a la educación de las niñas y promueve diferentes maneras de pensar y de sentir, de expresar.

Se expresan diferente de acuerdo a nuestro género el miedo y el enojo, la tristeza, la alegría. Ya sabemos, las niñas y los niños aprenden a manejar sus emociones dependiendo del modelo de los padres, de las reacciones de aprobación, aceptación, rechazo, valoración, aprecio, regaño, esfuerzo o descalificación y, entender estas diferencias, nos está permitiendo luchar por una equidad de género que parta desde el derecho, la educación informal, el modelo de la emotividad, la educación formal, la sexualidad, el trabajo, etc.

El miedo, la tristeza, la soledad, la ternura, la alegría, la vergüenza, la sensibilidad, la estética, la intuición, el enojo, el odio, el deseo sexual, el orgullo, la envidia, la avaricia,  la amistad, la lealtad, la honestidad , la fidelidad, la perseverancia, la valentía, la osadía – y más – por poner algunos ejemplos de emociones a lo largo de la historia, se han jerarquizado haciendo una distinción entre emociones propiamente masculinas y emociones propiamente femeninas, cuando el cerebro humano es eso, humano. La emoción humana no tiene sexo, ni está producida en función de una determinada capacidad intelectual o de un nivel educativo o  cultural.

Esto nos ha llevado a que existen sentimientos prohibidos para los hombres y permitidos para las mujeres o, prohibidos para las mujeres y permitidos para los hombres, enseñándonos a reprimir nuestra profunda capacidad emotiva. La represión de las emociones en las diferentes culturas ha tenido costos demasiado altos tanto en la salud física, mental y psicológica de nosotros como seres humanos, limitando nuestra respuesta emocional frente a las diferentes circunstancias de la vida. Reprimirnos empobrece nuestra comunicación, no solamente en el plano individual, sino en la interrelación humana múltiple que vivimos en el día a día.

Es importante entonces que aprendamos a ser empáticos, no sólo con las emociones de los demás sino con las propias, recordando que las emociones no nos hacen más fuertes ni más débiles y que, al nombrarlas y comprenderlas, abrirá una puerta para el autoconocimiento y para mejorar las relaciones interpersonales.

Gracias como siempre por compartir este espacio conmigo, ¡nos leemos pronto!

Por Dra. Rosa María Ortíz Prado

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