Por: Dra. Rosa María Ortiz Prado
Como podemos observar, en la actualidad las mujeres solas y las parejas están decidiendo no tener hijos, a veces sin un profundo análisis existencial de esa decisión que afecta también, parcialmente, a la esencia femenina, ya que como sabemos por la ciencia, y es innegable biológicamente, las mujeres fuimos diseñadas para dar vida, poseemos un útero para cumplir con esa función, y gracias a ello, existimos como especie humana; hasta la fecha, el único lugar donde se puede gestar un ser humano es en el útero de una mujer, aún en los casos de maternidad asistida o subrogada, que ocupa un vientre sustituto.
A la pareja actual algo que ha influido también, es que perseguimos y estamos intuidos en una idolatría del yo, corriendo tras la mujer y el hombre perfectos que no existen, que las redes sociales y los medios masivos de comunicación se han encargado de modelarnos, pero que no son reales; la mujer bella, inteligente, profesional, con solvencia económica, pero viviendo en una desculturización de la maternidad con crisis y conflictos de la identidad personal y de ser humano, hombre y mujer lo sufrimos en esta época,
Las mujeres actuales estamos construyendo un modelo materno con poca felicidad, con demasiada prisa, poco tiempo, mucho cansancio, demasiadas actividades, convirtiéndonos en una aparente “súper woman” viviendo con estrés excesivo y trastornos emocionales. La crisis de identidad femenina y de la pareja actual tiene orígenes diferentes al surgimiento del movimiento feminista en la década de los 50/60s del siglo pasado.
En el presente, la pareja ha dejado de ocupar un lugar preferencial en nuestra vida, es desechable, se le ve transitoria, puede ocupar un lugar secundario o de competencia, e incluso, a veces, con hombres invisibilizados o a los que se les exige que hagan las cosas como una mamá, y si no lo hacen de la misma manera, es descalificado y señalado.
La feminidad y maternidad modelada en generaciones anteriores es prácticamente inexistente hoy, decimos que queremos formar una familia con un sello propio, pero no sabemos cómo, ya que los roles se han desdibujado. Podríamos recuperar un feminismo que se construya desde la libertad, donde se pueda tomar la decisión de tener hijos o no, o desarrollarnos profesionalmente o quedarnos en casa, asumiendo que cualquiera de esas decisiones es correcta, sea la que sea.
Podemos recuperar el valor de la maternidad y de la feminidad, junto con una visión libre y menos rígida, menos estereotipada de la mujer y del hombre, para que podamos reestructurar nuestras especificidades humanas y nuestra naturaleza.
La desvinculación padre hijo es mayor en las parejas que no ejercieron un matrimonio o un concubinato. También en esta época muchas mujeres están tomando la decisión de un maternal solitario donde, desde la planeación, se excluye al padre; donde se corre el riesgo de convertir al hijo en un producto de consumo emocional para no sentirnos tan solas, sin analizar que un hijo jamás podrá llenar esa expectativa porque él no está diseñado para cubrirla. Esencialmente podríamos replantearnos nuestro concepto de familia y de pareja, de maternidad y de manifestación del amor, para poder ser felices sin dejar de ser actuales.
Rosa María Ortiz Prado
Psicoterapeuta y Maestra en Neurociencias.
