La comunicación no verbal

Por: Dra. Rosa María Ortiz Prado 

Todos los seres humanos tenemos la capacidad de comunicarnos, incluso existe un precepto que señala que: “el que no comunica, comunica”, así, la comunicación humana verbal y no verbal, es la primera con el uso del lenguaje fonético; y la no verbal, es aquella que comunica sin hacer uso del habla, incluyendo contacto visual, gestos, posturas corporales, señales, distancia, tacto, etc. La definición básica que todos conocemos incluye un emisor, un receptor y un mensaje, así podemos aceptar que cualquier comportamiento es comunicación.

Específicamente, la comunicación no verbal es omnipresente y multifuncional, tiene primacía filogenética y ontogenética, y ha ido especializándose con la evolución, expresando lo que no se dice verbalmente y es confiable; sin embargo, en algunos aspectos puede llevar a malos entendidos ya que es paralingüística, es decir, acompaña a la información verbal complementándola, ampliándola, definiéndola y a veces, siendo contradictoria.

Cuando hablamos o escuchamos, nuestro cerebro dirige su atención a las palabras y al lenguaje corporal, procesando simultáneamente el lenguaje verbal y no verbal, ya que los movimientos no son estrictamente positivos o negativos, dependen del contexto, las circunstancias, el momento histórico y el tipo de lenguaje. Los mensajes no verbales son inconscientes y con mucha frecuencia, mucho más sinceros y espontáneos que el lenguaje verbal y escrito.

Los movimientos corporales definen con frecuencia el mensaje y la emoción que los acompaña, por ejemplo, mirar el reloj para señalar que alguien llegó tarde, que estamos apresurados o que es momento de irse; de la misma manera, las expresiones faciales junto con la entonación, pueden señalar arrogancia, superioridad, miedo, rechazo, desprecio y muchas características que no advertiríamos si sólo atendiéramos el mensaje verbal estricto.

Otro punto importante es la distancia física o proxemia, la manera en que nos acercamos o nos alejamos de los demás, que también adquiere un significado y donde entran en juego normas de cada cultura; así, lo que es una distancia normal  en una relación de negocios en países latinoamericanos, podría ser considerada como íntima en otras partes del mundo; también la extrema cercanía de alguien puede sentirse como una invasión, o una separación muy amplia puede significar desinterés o desagrado.

Uno de los primeros investigadores de la comunicación no verbal fue Charles Darwin, que la estudió como un factor de supervivencia. En otro momento, Desmond Morris en su obra: “El mono desnudo” describe nuestro comportamiento social-mamífero; en el año 1956 aparece el libro que utiliza el término “comunicación no verbal” del psiquiatra Jürgen Ruesch, quien acuña el término; posteriormente, en la década de los sesenta, Eduard T. Hall escribe “El lenguaje silencioso”; hasta llegar a Paul Ekman, pionero en el estudio de las emociones y la expresión facial, proponiendo las emociones básicas universales: tristeza, alegría, ira, temor, deseo, asco, interés y sorpresa, donde señala que estas emociones son de carácter biológico y genético, y de  las que se derivan las emociones sociales o secundarias en las que influye la cultura.

Sabemos que más del 80% de la comunicación que establecemos con los demás es no verbal y sólo el 20% restante es verbal; entonces, si los seres humanos pusiéramos más atención a lo que comunicamos corporalmente, podríamos lograr una comunicación más asertiva, incrementando la capacidad para detectar mentira, autoridad, sinceridad, motivos y sentimientos de los otros, desarrollando así, una mayor empatía con relaciones humanas más funcionales.

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