Por Manuel Guzmán García
Ser parte de las Gloriosas Fuerzas Armadas de nuestro país, México, es sin duda la mayor de las distinciones a la que puede aspirar un ciudadano mexicano. Estar en sus filas, portar su uniforme y merecer sus insignias, significa estar dispuesto a luchar por las mejores causas de nuestra sociedad. Los mexicanos nos sentimos muy orgullosos de contar con el Heroico Colegio Militar, un plantel educativo distintivo de nuestra nación en el mundo, de excelencia académica y gloriosa tradición.
Es el plantel que mejor ha sabido renovarse y ponerse al día para responder a los desafíos de nuestro tiempo; en sus aulas y campos de entrenamiento, se forjan minuto a minuto decenas de Cadetes con los principios de lealtad, valor y patriotismo. Esta colosal institución, al forjar hombres y mujeres de guerra con mentalidad de vencedores, se ha ganado el honor de velar por nuestra libertad, soberanía e integridad territorial, por lo que, por DOS CENTURIAS, ha tenido el privilegio de salvaguardar nuestra independencia y proteger nuestras leyes e instituciones democráticas. México es un país de paz, de sana convivencia social y que para bien y posteridad de la República, cuenta con la alma mater del Instituto armado que está dedicada a velar por el Estado de Derecho y con la obligación impuesta de vigilar, cuidar y salvaguardar los derechos del pueblo.
Esta alta distinción está reservada para mexicanas y mexicanos de elevados principios y con profunda vocación de servicio. Trabajar y servir a la Patria, es la bandera de quienes se forman en el crisol de la lealtad del Ejército Mexicano. Desde hace 200 años, valerosos cadetes han defendido la soberanía nacional y nuestros Símbolos Patrios de donde sobresale la gesta Heroica del 13 de septiembre de 1847, donde jóvenes Héroes nos dieron una lección de orgullo, coraje y dignidad al resguardar el Castillo de Chapultepec frente al asalto de tropas invasoras, evocando en cada página de nuestra historia con respeto y admiración a Juan de la Barrera, Francisco Márquez, Fernando Montes de Oca, Agustín Melgar, Vicente Suárez y Juan Escutia. La Batalla de Chapultepec refrendó el valor de una generación de cadetes que supo cumplir con su deber y su indeclinable compromiso con la Nación.
La Gesta Heroica de estos héroes está viva en el corazón de nuestros cadetes y soldados, pero también lo está en el de todos los mexicanos, es un ejemplo que nos inspira a seguir construyendo un mejor país. Es una lección de vida que nos demuestra que no hay edad ni rangos necesarios para entregar lo mejor de nosotros al servicio de México. Independientemente de la historia que el Heroico Colegio Militar ha escrito y que representa altas motivaciones patrióticas, su esencia se remonta a la inspiración de cada cadete que ahí se ha formado y que suman miles de muertos y cientos vivos; en este sentido, es preciso mencionar que este prestigiado plantel ha ocupado diversas sedes, destacándose el fuerte de San Carlos, en Perote, Veracruz; el Castillo de Chapultepec; Popotla; y en su actual ubicación, Tlalpan, Ciudad de México. La educación, los principios y valores que se acuñan en el Heroico Colegio Militar es el sólido soporte del ejército, ya que sus oficiales egresados son la columna en la impartición del adiestramiento y de la ética institucional.
La historia del Heroico Colegio Militar es única e irrepetible porque empieza una vez consumada la Independencia de México, surgiendo la necesidad de contar con oficiales preparados en la materia de las armas. Es por ello que, el 11 de octubre de 1823, el General de división José Joaquín de Herrera, Ministro de Guerra y Marina, expidió el decreto por el cual se crea el Colegio Militar, ordenando a todos los jóvenes estudiantes de los cuerpos castrenses, exceptuando al de Artillería, que se concentraran en la fortaleza de San Carlos, en Perote, Veracruz. Para finales del mes de marzo de 1828 quedó instalado en el ex Convento de Betlemitas con tan sólo 17 cadetes.
El 11 de septiembre de 1840, el presidente de la República, General de División, Anastasio Bustamante, decretó la creación de la Escuela de Aplicación, dependiente del Colegio Militar, en el edificio de Las Recogidas en la Ciudad de México, para completar la instrucción de los capitanes y tenientes de artillería, ingenieros y plana mayor. El 21 de octubre de 1841, el General José María Tornel y Mendívil ordenó el traslado del plantel al Castillo de Chapultepec. El 13 de septiembre de 1847, los cadetes del Castillo de Chapultepec, durante la intervención norteamericana a México, antepusieron su integridad y su vida, reconociéndoles como héroes.
El 17 de junio de 1848, el presidente de México, General José Joaquín Herrera, dispuso que los alumnos sobrevivientes se alojaran en el cuartel del rastro en la Ciudad de México. Durante la guerra de Reforma, el 22 de diciembre de 1860, el General Jesús González Ortega decretó la disolución del ejército conservador y fue cerrado el plantel. Con la caída de la segunda intervención francesa en México, el presidente Juárez decretó que en el Colegio Militar en 1868, se instalara el cuartel Arista, en Palacio Nacional. El primer escudo que caracterizó al naciente Colegio Militar fue el integrado por dos cañones cruzados con las bocas hacia arriba, sobre estos, una antorcha con llama y un cestón; en la parte inferior, un ancla arrebatada y tras el fuego de la antorcha, siete rayos que representaban a las armas del Ejército, Infantería, Caballería, Artillería, Zapadores, Administración, Sanidad, Justicia Militar y Servicios Navales, escudo que fue empleado del 2 de abril de 1879 al 7 de enero de 1898, año en que los servicios navales dejaron de ser parte del Colegio Militar. En enero de 1869 se alojó en el ex Arzobispado de Tacubaya hasta 1882 y después se estableció en el Castillo de Chapultepec hasta 1913, año en que los cadetes mostraron su lealtad, honor y sacrificio al escoltar al presidente Francisco I. Madero en la Marcha de la Lealtad, durante la Decena Trágica.
En agosto de 1914, con la firma de los Tratados de Teoloyucan se disolvió el Ejército y Armada Federal, por lo cual el Colegio Militar quedó en receso indefinido. La lealtad del entonces Colegio Militar nuevamente fue puesta a prueba en mayo de 1920, cuando un grupo de cadetes escoltó al presidente de la República, Venustiano Carranza quien, a causa de la detención de los principales líderes militares, se vio precisado trasladar la sede del Poder Ejecutivo al puerto de Veracruz.
Al pasar por el poblado de Apizaco, Tlaxcala, el enemigo atacó el tren presidencial, fue entonces cuando el Escuadrón de Caballería del Colegio Militar realizó el hecho conocido como ‘la última carga de caballería’. Para 1920 se instaló en la Escuela Normal de Maestros, en San Jacinto Popotla, en la Ciudad de México. El 29 de diciembre de 1949, por decreto del presidente de la República Miguel Alemán Valdés, se le denominó ‘HEROICO’, en reconocimiento a la participación de los cadetes en los sucesos de armas durante la consolidación de nuestra nación. En 1976, el Heroico Colegio Militar se alojó en Tlalpan, Ciudad de México, donde se ubica en la actualidad, debido a su amplitud y a las áreas para realizar ejercicios tácticos.
El Heroico Colegio Militar, a sus 200 años de evolución y formación, ha forjado oficiales que cada día contribuyen en el desarrollo del Ejército Mexicano y del pueblo de México. Los cadetes se caracterizan por su lealtad, valor y disciplina al servicio del país, como el fruto de una sólida formación basada en virtudes militares, siempre leales a nuestras instituciones. Yo saludo a ese Heroico Colegio Militar en la tierna imagen de sus jóvenes Héroes que son por siempre el símbolo más puro de la entrega al deber y a la defensa de la integridad nacional. Yo saludo a ese Heroico Colegio Militar que un día acompañaron a Madero y en aciaga jornada a Carranza, escribiéndose así, las páginas más amargas pero santificadas de la Revolución Mexicana.
Yo saludo a ese Heroico Colegio Militar en sus desfiles marciales que se meten por los ojos de la infancia enternecida, conmueven el pecho emocionado de las mujeres y arrancan el aplauso popular de las multitudes. Yo saludo a ese Heroico Colegio Militar en cada uno de sus cadetes porque con ellos, la Patria está a buen resguardo. Porque por 200 años han defendido los grandes ideales nacionales y sirven, con integridad, a los mexicanos, por lo que al hacerlo, mantienen perpetuamente en alto el Honor de México, la autoridad moral, la estima social y la grandeza de nuestras Fuerzas Armadas… HEROICO COLEGIO MILITAR «POR EL HONOR DE MÉXICO», 200 AÑOS DE HONOR Y GLORIA, PATRIA Y LIBERTAD.
Tte. y Dr. Manuel Guzmán García, Comisionado Presidente de la Comisión Iberoamericana de Derechos Humanos para el Desarrollo de las Américas.