Por: Dra. Rosa María Ortiz Prado
La autoestima es un componente básico del bienestar emocional de nosotros como seres humanos, y supone la aceptación de nosotros mismos como base y fundamento de la relación gratificante con el mundo. Cuando una persona se quiere a sí misma, se sabe merecedora del respeto y del trato adecuado por parte de los otros, de tal forma que rechazará cualquier actitud que considere inconveniente o descalificativa; a todos nos importan nuestras relaciones sociales, hacer nuevas amistades, conocer el amor y construir una pareja o una familia, o establecer vínculos sanos con los compañeros de trabajo; sin embargo, son pocos los momentos en que nos detenemos unos instantes a reflexionar sobre nosotros mismos y el concepto que tenemos de nuestro yo; es curioso que a veces dicha imagen difiera de aquello que los demás piensen o consideren de nosotros.
Prestando especial atención a los medios que podemos utilizar para fortalecer nuestra autoestima, y desde esta perseguir nuestros sueños y convertirlos en realidad puesto que tenemos todas las herramientas para conseguirlo: humanidad, autenticidad, autoconfianza, inteligencia, creatividad, autoconcepto, autoimagen, proyección, fuerza, anhelos y muchas cualidades más, la vida es acción. Vivir es un verbo que está en constante movimiento, por esta razón podemos asumir que trabajar en nuestra autoestima es un compromiso con nosotros mismos. Un compromiso parecido al que tiene nuestro corazón diariamente con nosotros al bombear la sangre para mantenernos con vida.
A veces, sin entender este compromiso, decimos frases como: “ella me hace feliz”, “él me hace desdichada”, “tú me haces enojar” y en realidad, somos nosotros mismos quienes nos sentimos, felices, bien, mal, infelices, enojados, etc., porque los demás no tienen ningún poder sobre nosotros a menos que lo permitamos; si utilizamos el lenguaje de esta forma, pronto podremos caer en el error de culpar al otro cuando nos sintamos de alguna manera de la que no nos responsabilizamos.
Una forma en que podemos vincularnos emocional y cognitivamente con mostros mismos, es hablar en primera persona, asumiendo el riesgo desde el yo y reconociendo los deseos más profundos que nos habitan, al principio puede no resultar fácil pero los beneficios que obtendremos al adquirir el hábito son muy grandes, diciendo por ejemplo “yo me irrito cuando me miras así” “yo me siento confundida cuando me ignoras”, “yo me frustro cuando hablas conmigo sin mirarme” etc.
Otra manera de cambiar nuestros esquemas mentales es por ejemplo, haber tenido un mal día y buscar la manera de premiarnos a nosotros mismos para compensar la negatividad experimentada con la gratificación de la recompensa; por ejemplo, optar por hacer un plan con el que de verdad disfrutes, regalarte una comida que te guste, hacer algún tipo de deporte, leer un buen libro, escuchar música, ver una buena película; es decir, buscar espacios que sean sólo tuyos y te ayuden a restablecerte interiormente y a gestionar la carga generada por el malestar o la negatividad que te disminuye la energía, tanto emocional como física.
A lo largo de la vida descubrimos que tenemos que realizar muchas cosas que a veces no son tan agradables, sin embargo, son necesarias, tienen una razón; lo necesario es aquello que no puede ser de otra manera, y lo contingente, es aquello que podemos cambiar, y una característica innata de nuestra psique, es justamente la capacidad de cambio. Seguiremos hablando del tema en la parte II y III.
