Dra. Verónica Aguilar
Las cicatrices queloides son cicatrices abultadas y gruesas que se forman cuando el tejido cicatricial crece excesivamente. Se extienden más allá del área de la herida original y pueden continuar creciendo con el tiempo. Suelen ser de color rosa, rojo o púrpura y pueden causar picazón, dolor o molestias. Los queloides son más comunes en personas con piel más oscura y pueden aparecer después de lesiones menores como cortes, quemaduras o incluso, después de piercings y tatuajes.
Con frecuencia escucho en la consulta la siguiente frase: “Doctora, yo cicatrizo queloide”, sin embargo, la mayoría de las veces al revisar dicha cicatriz no se llega a ese diagnóstico. La calidad de una cicatriz depende de varios factores, entre ellos:
- ¿Qué provocó la herida? ¿Fue un golpe, una herida traumática o una herida por una cirugía?
- ¿La herida cerró inmediatamente? ¿Se infectó? ¿Demoró en cerrarse?
- ¿Existió alguna reacción al material de sutura o al material de la perforación?
- ¿Hubo exposición al sol en días cercanos a la aparición de la herida?
Todo lo anterior condicionará a que una cicatriz no sea de la mejor calidad, es decir, que sea ancha, pigmentada, con tracción o demasiado visible, sin queloide. Las cicatrices queloides son aquellas que rebasan los límites de la herida original y están elevadas con respecto a la superficie, pudiendo agregarse a esto, cambios en el color y síntomas como dolor o comezón.
La importancia de identificar y diagnosticar una cicatriz queloide, radica en que el paciente debe ser referido con un especialista (dermatólogo o cirujano plástico) para su manejo adecuado, debido a que un tratamiento incompleto, condicionará no sólo a la reaparición de esta, si no un crecimiento, en ocasiones, constante e indefinido, debido a que este tipo de cicatriz es altamente recidivante (que aparece con gran frecuencia).
Por lo tanto, si tú tienes una cicatriz queloide, debes recibir uno o más tratamientos con un subespecialista para obtener un resultado adecuado.