Por: Dra. Rosa María Ortiz Prado
Contribuyamos a curar nuestro cuerpo, reduciendo los niveles de estrés y cambiando nuestra distracción por una atención plena.
Podemos cuidarnos y apoyarnos a nosotros mismos; tomar medicamentos no es la única manera de sanar; nuestra mente y nuestro cuerpo no existen por separado. Donde ponemos nuestra atención, ahí estamos. Mente y cuerpo son una unidad, son un todo. A veces nos convencemos a nosotros mismos de que estamos enfermos, dándole poder absoluto a los medicamentos, sin pensar que nuestro cuerpo tiene muchas más capacidades para hacer cosas por nosotros mismos.
Pocas veces nos preguntamos: ¿cómo me trato a mí mismo?, ¿qué pienso de mí mismo?, ¿qué cambios soy capaz de hacer en beneficio de mi bienestar?, si mi yo futuro me hablara en este momento, ¿qué me diría que puedo hacer para tener una mejor vida?, si estoy enfermo de algo, ¿cómo pienso de mí mismo ante la enfermedad?, ¿creo que empeoraré?
El mundo ha cambiado, evoluciona y se investiga; la medicina y la psicología crecen. Muchas cosas que antes se consideraban irrelevantes, ahora tienen importancia. La psicología está cada vez más presente para el bienestar y el equilibrio humano. La atención plena debiera ser una manera de ser, una forma de existencia, vivir en un presente continuo, estar pendientes de nosotros mismos.
Podemos saber cuánto es uno más uno. La mayoría de nosotros diría rápidamente que es dos, sin pensarlo. Pero al dedicarle un momento de atención consciente, podemos ver que en algunas circunstancias uno más uno, puede no ser tan literal. Cuando pensamos en el envejecimiento, lo asociamos a enfermedad, como si uno más uno fuera igual a dos. Sin embargo, un ser humano, puede envejecer siendo saludable y seguir siendo uno mismo, sin vernos divididos.
Es importante reflexionar que lo que creíamos inaccesible puede ser accesible para nosotros; cualquier información que recibamos no es un absoluto. Si queremos envejecer con salud, no debemos creer tanto en las afirmaciones externas que nos limitan: “ya no debieras hacer eso”, “el deseo sexual desaparece con la edad”, “no te vistas de tal manera, ya no tienes edad”, “eres demasiado viejo/a para enamorarte”, “al envejecer la enfermedad te acompañará”.
A veces somos demasiado crédulos. Pensemos: ¿cómo se desarrollaría la vida si nos juzgáramos menos a nosotros mismos y a los demás? Nuestros problemas son, con frecuencia, maneras de responder al mundo con absolutos, en blanco y negro, haciendo lo mismo una y otra vez y esperando resultados diferentes. Para obtener resultados distintos, tenemos que explorar nuevas conductas o respuestas. No creamos que lo sabemos todo. Aprendamos a ver soluciones que están junto a nuestras respuestas tradicionales, ya que las cosas en sí mismas, no son ni buenas ni malas; siempre estamos aprendiendo. Esperar que algo sea bueno o malo nos genera estrés y nos predispone; ya que pensar en cosas que nos alteran, nos provocan insomnio o preocupación, no ayudará en nada a nuestra vida, sólo a funcionar como autómatas. Preocuparnos es perder el tiempo; entonces, ¿qué otra cosa podemos hacer?
La mayoría de las cosas que nos estresan, son sólo inconvenientes. La manera de lidiar con el estrés es no pensar que es inevitable. No podemos predecir, es una ilusión, pues carecemos de la capacidad de adivinar el resultado absoluto de lo que creemos. Podemos ser flexibles, ya que en cada positivo hay un negativo y viceversa.
A veces no descubrimos el sentido de la vida porque hacemos muchas cosas sin pensar. Si queremos cambiar, debemos abordar el cambio desde la perspectiva que hemos usado por tiempo prolongado, para así poder cambiar nuestra propia perspectiva. El mundo está siempre cambiando, y las soluciones de ayer no resuelven los problemas de hoy. El estrés persistente es meramente psicológico; es la visión que tenemos de lo que nos ocurre.
¿Qué pasaría si nos diéramos cinco razones por las que nuestro estrés podría resolverse o por las que no sucederá? El estrés es la amenaza del siglo para nuestra humanidad, pero podemos aprender a resolverlo. Intentar no pensar en ello es ineficaz; entonces, lo que podemos hacer es pensar en ello de manera diferente. Abramos nuestra mente para darnos cuenta de que hay múltiples maneras de entender la vida y así, darnos la oportunidad de vivirla en lugar de sufrirla.
Nuestra manera de pensar importa e influye en la manera en que fortalecemos o debilitamos nuestro cuerpo. La forma en que utilizamos nuestra mente impacta los resultados que obtenemos en nuestra salud. Nada se mueve en una sola dirección; nuestro cuerpo tiene fluctuaciones, y podemos pensar que nos sentiremos mejor y que los resultados serán buenos. No estamos en dolor crónico todo el tiempo, pero tendemos a pensar en negativo y dejamos de ver los momentos de alivio. Cuando estamos en control, encontramos maneras de mejorar.
Atender y notar el cambio, estar conscientes y encontrar pequeñas soluciones, pueden volverse grandes soluciones. Aprendamos a apoyarnos a nosotros mismos en lugar de depender exclusivamente de una pastilla o procedimiento, sin quitarle importancia al tratamiento o a lo que nos ayuda y sin negar que los riesgos existen, pero reconociendo que lo psicológico también es importante, que somos un todo indivisible y que podemos combinar ingredientes para obtener resultados interesantes y útiles para nosotros mismos.
Recordemos que la vida es para vivirla
Psicoterapeuta y Maestra en Neurociencias
Rosa María Ortiz Prado
