Actualmente se habla mucho de inteligencia emocional, concepto acuñado por Daniel Goleman; éste hace referencia a la capacidad humana para reconocer los sentimientos propios y ajenos, es decir, nos describe a alguien hábil en el manejo de sus sentimientos.
La gente inteligente emocionalmente es más autoconsciente, reconoce e identifica lo que siente y no lo niega, así sea dolor, miedo, ira, frustración, alegría, tristeza, amor, etc., sin enmascarar sus emociones y sin encerrarse en una coraza caracterológica fingiendo estar siempre bien, siempre bien, siempre bien.
Otra fortaleza que posee quien es inteligente emocionalmente es que no permite que otros seres humanos determinen lo que él o ella son o valen, poseen gran autoconfianza y autoestima, evitan que sus sentimientos sean “elegidos” o “adivinados” por lo demás; por ejemplo: “tienes cara de enojado”, “te vez triste”, “pareces aburrido”, ya que la gente que nos rodea puede ser fuertemente persuasiva pero, el inteligente emocional, no es fácilmente influenciable, sabe quién es y lo que experimenta, siente intensamente pero piensa profundamente, es decir, es asertivo. Cuando siente miedo, porque está en nuestra naturaleza humana, lo asume y lo experimenta sabiendo que esto no lo debilita, más bien le permite autoconocerse.
La mayoría de nosotros alguna vez hemos escuchado, “yo lo único que quiero es ser feliz”; sin embargo, cuando somos inteligentes emocionalmente, reconocemos que la felicidad no es lo único importante ya que la vida nos proporciona armonía y disarmonía, dolor y placer, amor y desamor, felicidad e infelicidad y, debemos saber mirar hacia adelante buscando nuevas opciones para superar los trances difíciles y aprender de ellos, sabedores también de que las emociones no son dueñas de nuestra vida, es decir, nuestro cuerpo emocional coexiste con nuestra lógica y nuestra cognición y podemos ser capaces de distinguir entre emociones y cogniciones.
Algunas veces, la gente inteligente emocionalmente puede ser vista como muy emotiva, simplemente porque saben expresar sus emociones sin negarlas y reconocen que es una más de sus fortalezas, nunca una debilidad, viendo la capacidad de la expresión emocional como una gratificación de la vida.
En los desacuerdos podemos ser racional-emotivos, sin ceder para apaciguar un conflicto, sintiéndonos cómodos al expresar nuestro lado tanto lógico como emocional, no permitiendo así que se manipule nuestro carácter. Nunca las emociones serán una carga, son una ventaja, son positivas, nos ayudan en nuestras interacciones de vida, con nuestra familia, con nuestros amigos, en nuestra carrera, al distinguir entre la realidad y la imaginación, podemos ver cuando algo está cargado emocionalmente o es neutral, dándole sentido a nuestros sentimientos, sin distorsionar lo que sucede.
Los vínculos humanos son uno de los aspectos más importantes que poseemos y, en estas conexiones, quienes somos emocionalmente inteligentes, no tenemos problemas en tamizar o quitar de nuestro entorno a quienes nos traen negatividad y amargura, eligiendo rodearnos de seres humanos que nos ayudan a desarrollarnos, que nos apoyan entendiendo nuestros sentimientos y nuestra perspectiva de vida.
Este año que empieza podemos trazarnos como meta el auto conocernos, desarrollando nuestra inteligencia emocional, fortaleciéndola, haciéndola consciente, recordando que la maravilla de cerebro que poseemos está totalmente a nuestro servicio, ¡somos la parte más evolucionada de la creación, creámoslo! deseo que éste sea un excelente año para todos nosotros, con afecto: Rosa María Ortíz Prado.